Los políticos separatistas muestran sin pudor su cinismo allá donde van. Cataluña se ha llenado de cínicos que dicen defender una supuesta libertad a través de unos lazos amarillos, unas pancartas reivindicativas y otros símbolos que desgraciadamente decoran nuestras calles.
«Cinismo: desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables».
Estos símbolos han convertido Cataluña en un territorio con una estética discutible por el dominio del amarillo. Las pancartas reivindicativas invaden el espacio. Suciedad por todas partes y poca ecología por la contaminación de plástico que esto supone.
Pero no sólo han ensuciado nuestra tierra, también la han convertido en un lugar hostil y agresivo para todo aquél que no cree en el color amarillo, puesto que son símbolos ideológicos y, por tanto, discriminatorios desde el momento en el que invaden zonas públicas que deberían ser neutrales. Las instituciones públicas deben representar a todos los catalanes, los ayuntamientos a todos sus ciudadanos, pues somos consustanciales a ellas. También las calles son de todos, el espacio público es de todos, y no puede, ni debe, ser tomado por unos pocos. Es un espacio amplio en lo físico y en lo ideológico, pero no debería convertirse en una prisión de barrotes invisibles.
Hostilidad, discriminación e incumplimiento del principio de neutralidad institucional y de los espacios públicos. Esto representan los lazos amarillos y las pancartas de libertad. No nos confundamos. No nos confundan.
El amarillo es el símbolo de la ilegalidad. Supone estar a favor del golpe de Estado, el del otoño del 2017; a favor de la libertad de unos delincuentes, porque cometieron un delito; a favor de subvertir el orden constitucional, porque es lo que hicieron aprobando leyes de desconexión; a favor de situarse fuera de la ley, porque así lo hicieron al incumplirlas y saltarse la Constitución. ¿Cómo pueden las instituciones públicas estar del lado de la ilegalidad? Por desgracia, en Cataluña es un tónica general que viene de hace años, ante la mirada impasible del resto de la población que parece estar resignada a ver cómo se incumplen las leyes, sin asombro ni espanto. Y estar del lado de la ilegalidad es, por tanto, estar fuera de la democracia.
Ahora, en periodo electoral, la JEC ha exigido la retirada de todos estos símbolos partidistas, ante la altanería del presidente de la Generalitat que se jacta públicamente de no querer cumplir con esas exigencias. Nada nuevo, y encima lo permitimos. Y en ese cinismo característico se argumenta que los que pedimos la retirada de símbolos amarillos y progolpistas somos unos intolerantes y fascistas.
¡Qué no nos engañen! Se equivocan, aunque lo quieran disfrazar de palabras de armonía y democracia. La defensa de la ley es la defensa de nuestro marco de convivencia, en ese donde todos cabemos, y el que todos debemos respetar. Y gracias a ese marco nuestra libertad está garantizada. Y gracias a ese marco, pueden decir y presumir de decir comentarios sectarios, intolerantes y ofensivos hacia una buena parte de la población.
Así que, no seamos inocentes, el amarillo catalán es muy peligroso, aunque quieran disfrazarlo de «democrático». Supone estar del lado de la salida del marco legal y constitucional, lo que sólo acerca a políticas oscuras, intolerantes y poco democráticas. Por eso, vamos a exigir la neutralidad en nuestro espacio de convivencia porque exigimos el cumplimiento de la ley, defendemos la democracia y creemos en el Estado de derecho. Y desde aquí avisamos que siempre vamos a estar del lado de la ley, sólo nos encontrarán allí, porque sin ley no hay democracia y sin democracia no hay libertad.
Vera-Cruz Miranda
Candidata del PP por Cardedeu
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
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