Es más conocido por ser padre de la pintora Vanessa Bell y la escritora Virginia Woolf (ambas con el apellido de sus cónyuges), pero él también destacó. Fue editor, biógrafo y sobre todo un gran alpinista. Según consta, coronó todas las altas cumbres de los Alpes. Se ha publicado un libro con ensayos suyos sobre el arte de caminar: Los Alpes en invierno (Siruela). Con la idea de que nada de lo natural nos es ajeno, se adentraba a gozar de los secretos del paisaje montañoso, consciente de que todo lo sublime tiene una inevitable melancolía.
“¿Dónde termina el Mont Blanc y dónde empiezo yo?”, se preguntaba. A veces es demasiado monte para la poesía que él buscaba. Así, no habría poeta capaz de ordenar en frases, los extraños pensamientos que una escena puede inspirar en las distintas personas que la contemplan.
Leslie Stephen sostiene que: “Cuando uno asiste a una puesta de sol en el Mont Blanc, siente que está viviendo uno de esos raros momentos en la vida en los que todo el paisaje circundante queda fotografiado mentalmente en la retina, de una vez y para siempre, mediante un proceso que luego, ni de lejos, va a poder reproducir de segunda mano delante de un oído ajeno”.
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