Muchos asistentes mal informados del devenir histórico de la Resistencia al nacionalismo a lo largo del tiempo, les ha sabido a poco el número de asistentes. Tenían el sueño húmedo de repetir las cifras del 8 y 29 de octubre del 2017. Un error empírico de una ingenuidad piadosa.
Pero para quienes venimos de las dificultades de luchar contra la hegemonía moral del catalanismos, y de la alienación, complejos, cobardías y aburguesamiento del constitucionalismo, el número de asistentes, la organización de la manifestación y el nivel desacomplejado de los discursos han sido un éxito. ¿Por qué? Porque nunca antes salió a la calle en Barcelona tanta gente por el tema concreto de la reivindicación del español en las escuelas. Siempre hubo muchas dificultades para ello por los motivos sobradamente conocidos por quienes padecen esta injusticia.
Y no solo por el número, también por la tendencia. De la misma manera que el nacionalismo va a la baja en sus manifestaciones públicas, el constitucionalismo va al alza. Todavía no se pueden comparar cifras, pero sí el declive de la hegemonía moral del nacionalismo, mientras poco a poco gana adeptos la hegemonía moral de los excluidos.
Ayer domingo 18 de septiembre de 2022 cuajó definitivamente la lucha por los Derechos Civiles en Cataluña, tantas veces intentada. Y ya nadie la podrá parar. Es más, cuanto más despotismo por parte del supremacismo lingüístico, mayor Resistencia por parte de los excluidos.
Ayer se volvió a repetir desde el escenario, “se ha roto el silencio”. Pura ingenuidad, hace ya muchos años que se pronunció esa frase como un conjuro. Fue en la presentación del libro firmado con seudónimo, “Extranjeros en su país” en el Centro Cívico de la Verneda en 1992. Se ha roto tantas veces desde entonces como el nacionalismo ha sabido sepultarlo. Posteriormente, se ha vuelto a repetir con cada avance de la Resistencia al nacionalismo: con ocasión de la publicación en 1994 del manifiesto por la Tolerancia Lingüística, “En Castellano también, por favor” avalado por 50.000 firmas, con ocasión de la creación de CADECA, la primera asociación de madres en defensa de la educación en castellano de sus hijos, en su alegato ante el TC en 1995, con los manifiestos de Foro Babel a finales de los noventa, con el nacimiento de Cs en 2006 al grito espontáneo de ¡libertad, libertad, libertad! la noche electoral que lo consagró con 3 diputados en el Parlamento de Cataluña… o ayer, cuando desde el escenario de Barcelona se volvió a repetir.
Esa es la prueba fehaciente de que, por muchas veces que el nacionalismo nos haya sepultado, cada vez son más los constitucionalistas que toman conciencia, que creen que estamos en ese punto de la historia donde el crimen organizado contra nuestros Derechos Civiles ha quedado desenmascarado. Crucen los dedos.
Esta estrenada euforia no cuenta con que el catalanismo ha tenido claro desde 1980 que utilizará cualquier estratagema para eliminarnos de la historia como cultura, como lengua y como nación. No dan un paso atrás, ni para coger impulso. Pero han llegado a su abismo: han dejado por escrito en una ley de usos lingüísticos (8/2022) la exclusión del castellano como lengua vehicular en toda Cataluña. Ya no podrán simular nunca más su aspiración a la limpieza lingüística del otro. Y esto, precisamente, ha sido el combustible que ha puesto en marcha esa definitiva marcha por la libertad de los Derechos Civiles en Cataluña que excede al derecho a la propia lengua. Y eso, ahora sí, será imparable.
Ya han perdido, pero aún no lo saben. Ahora hemos de ser conscientes los demócratas, que hemos ganado para poner en el asador los arrestos para llevarlo adelante.
Sólo es cuestión de tiempo. Aunque el transito aún será largo y los costos, altos. Tienen a la sociedad entera en sus manos: presupuestos, medios de comunicación, gobiernos, instituciones… pero han perdido su condición de víctimas. Ya sólo son lo que siempre han sido, verdugos.
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