Hijo de judíos vieneses, nacido en París, reside en el Reino Unido. George Steiner es un extraordinario crítico de literatura, además de ser profesor de literatura es autor de ensayos inolvidables.
La nostalgia del absoluto, entiende, es debida a la secularización de la sociedad europea. Steiner sabe del valor de la esperanza, cree que la calidad y rigor se puedan contagiar. Pero también el fanatismo o la locura: para él, el nacionalismo supone “una renuncia al pensamiento libre y claro y a la búsqueda desinteresada de la justicia”.
Steiner reivindica el delicado arte de sentirse en casa en todas partes. Ensalza el pudor y la inteligencia de la modestia y la humildad (desplazadas por una orgullosa falta de vergüenza), deplora que se dé la espalda a la admiración (no digamos ya a la veneración, su grado superlativo) y que así se desvanezca la posibilidad de emular que de ella se deriva.
Ha definido al intelectual como alguien que cuando lee, tiene un lápiz en las manos. George Steiner sostiene que “enseñar es despertar dudas en los alumnos, formar para la disconformidad”, todo lo contrario de domesticar y atontar.
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