El sermón dominical
Un paseo por una ciudad del área metropolitana de Barcelona. Ocho de la noche. Servidor de ustedes viene de una gestión periodística cuando escuché que un niño, de unos once o doce años, le soltó a otro la siguiente lindeza, para poner a su rival en su sitio: “Mi madre será una puta, pero la tuya lo hace gratis”.
Sin entrar en valoraciones sobre la equiparación moral entre “hacerlo” gratis o pagando, y considerando que la escala de valores del infante en cuestión debería ser supervisada por algún tutor o consejero educativo, la frase es magnífica si la aplicamos al proceso secesionista catalán.
Porque, a fin de cuentas, después de demostrarse que el proceso secesionista ha sido una filfa, el único consuelo que le va a quedar a más de uno que se ha apuntado a la ‘causa’, y ha asistido a las marchas norcoreanas del 11 de septiembre con una camiseta ridícula, y ha llevado velitas por los presos, o se ha peleado con un vecino de toda la vida por un quítame o ponme este lazo amarillo, es si ha sacado pasta, de una manera u otra, por participar en este circo.
Si se es ‘patriota’ de nuevo cuño, o camisa vieja, y además se es tertuliano de cuota secesionista en el ‘espacio comunicativo catalán’, impresor de carteles pro Oriol Junqueras, fabricante o importador de pins amarillos, distribuidor de camisetas estilo ‘ahora es la hora’, destilador de ratafía, coordinador de talleres de autodefensa para CDR’s no violentos pero deseosos de aprender a dar hostias, distribuidor de pintura para rociar a la policía, importador de urnas made in China, agregado cultural en la embajada catalana en las Islas Feroe, funcionario interino reconvertido a fijo gracias a alguna convocatoria de exámenes patrióticos, presidente de un club de ‘trabucaires’ o ‘gegants’ apologeta del lazo amarillo y bien regado con los fondos del consejo comarcal de turno, ganador de varios concursos literarios locales con obras de elevado tono patriótico, historiador en los ratos libres a doscientos euros la conferencia sobre la catalanidad de Miguel de Cervantes o de Mao Tse Tung, bordador de banderas esteladas con hilo dorado para ayuntamientos deseosos de mostrar su amor a la República Catalana, agente de viajes para los peregrinos a Waterloo y otros seres deseosos de llegar a Itaca con los bolsillos bien llenos, entonces nadie le ha engañado. Forma parte del tinglado que ha tomado el pelo a centenares de miles de catalanes de buena fe que se han tragado lo de “tenemos prisa”, “tenemos las estructuras de Estado necesarias” y “Europa no se puede permitir prescindir de la República catalana”.
Sin hacer apología de la prostitución, la alegoría infantil es totalmente acertada para este caso. Si se ha de formar parte de una gran farsa como la del procés, al menos que no sea gratis. Que al menos pueda justificar ante usted mismo y los suyos que tantas tardes saliendo de ‘romería’ con las antorchas, tantas manifestaciones en ‘días históricos’ de la marmota, tantas buenas amistades rotas por defender a unos líderes que le tomaron el pelo, tantas noches contaminando y ensuciando su barrio con plástico o pintura amarilla tuvieron un fin práctico y rascó unos eurillos.
Si no, habrá incumplido los Sagrados Mandamientos del Profeta Pujol, que se resumen en dos: “Amarás la pasta tanto como a ti mismo” y “amarás a Cataluña tanto como a ti mismo, sobre todo si la puedes recalificar y llevarte un diez por ciento”. Y el nacionalismo catalán ha sido siempre, desde Cambó al marido de Marta Ferrusola, un gran negocio que han pagado otros. Y mejor pasar por «cobrador» que por «pagador» en un mundo, el secesionista, que está lleno de ‘listos’.
Sergio Fidalgo es director de elCatalán.es
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
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