Ser un hombre libre en Cataluña es algo que molesta especialmente a los separatistas. De ahí que la propuesta del grupo municipal del PSC de concederle a Loquillo la medalla de honor de Barcelona haya provocado que un concejal de la CUP, Josep Garganté, haya pedido la dimisión de Jaume Collboni, el jefe de filas socialistas en el Ayuntamiento de la capital catalana.
A Garganté, el regidor que monta un show en cada pleno, le molesta que Loquillo sea como la inmensa mayoría de los catalanes, un ciudadano que piensa que el proceso secesionista es un error y que se siente a gusto con sus compatriotas del resto de España. Para los separatistas el cantante del Clot es un “quintacolumnista” o un “colono”, etiqueta que también endosan a los millones de personas que nos sentimos catalanes y españoles.
Loquillo es de los pocos que, cuando muchos callaban, él denunciaba. Una de las pocas voces dentro del “oasis” artístico catalán, tan radical para según qué causas y tan obediente y silencioso ante los abusos separatistas. Un creador libre que ha defendido sin dudarlo a todos aquellos que sufrían la maquinaria propagandística de un independentismo que presume de ser “democrático” y que se ha limitado a atropellar los derechos de la mayoría.
Cualquier creador mediocre que sea afecto a la causa de la ruptura con el resto de españoles recibe en Cataluña todo tipo de honores. Definirse como separatista es un pasaporte al éxito gracias al dominio secesionista de los principales medios de comunicación y de las principales administraciones públicas de esta comunidad autónoma. En cambio, a genios como Loquillo, todo les es más difícil. Todo les está vedado. Los vetos se suceden uno tras otro.
De ahí la importancia de este reconocimiento. Porque es una distinción a un luchador por la libertad en una tierra que carece de ella gracias al secesionismo gobernante. El PSC ha dado más tumbos de los que debería en los últimos años, pero esta iniciativa merece un aplauso incondicional porque va en la línea correcta, la de reconocer el buen trabajo de muchos catalanes que han padecido la “omertá” separatista.
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