La muerte civil y el linchamiento es el ‘premio’ para el discrepante con el poder que los independentistas ejercen en Cataluña. El separatismo siempre actúa con contundencia contra aquellos que no se pliegan a sus intereses, e intentan acabar moralmente con ellos como ejemplo para los demás, para que quede claro cuál es el precio a pagar por plantarles cara.
En la Cataluña separatista cumplir las leyes democráticas del Reino de España es motivo de persecución. Porque a Aragonès y sus aliados solo les interesa su totalitarismo tribalista, y todo lo que se salga de este guion ha de ser perseguido para mandar un aviso a navegantes. Quién se mueva, será sometido al boicot de la tribu.
No es nada nuevo, desde artistas, cineastas, políticos de la oposición, empresarios o ciudadanos de a pie son millones de catalanes los que sufren la opresión de un separatismo que no tiene límites a la hora de pisotear los derechos de los que no piensan como ellos.
El último ejemplo de cacería secesionista fue la que le propinaron a Javier Cercas. Pero no será el último catalán no nacionalista que recibirá este trato, porque el independentismo no admite la discrepancia, solo la adhesión incondicional.
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