Cada cierto tiempo el PSC y el PSOE desempolvan su discurso favorito: la vivienda social. Prometen miles de pisos, planes ambiciosos, parques públicos que solucionarán la vida a los jóvenes y a las familias trabajadoras. Pero una vez que se apagan los focos y se guardan los micrófonos, lo que queda no es un barrio nuevo, sino el mismo solar vacío de siempre. La hemeroteca es su peor enemigo: anuncian más pisos de los que luego construyen, y aun así esperan aplausos.
El PSC de Salvador Illa se presenta como el adalid de la justicia social, pero sus resultados en materia de vivienda dan más pena que orgullo. A base de palabras bonitas y notas de prensa, los socialistas han levantado más titulares que ladrillos. Si la vivienda se construyera con ruedas de prensa, Cataluña sería un paraíso inmobiliario.
A nivel nacional, el PSOE de Pedro Sánchez sigue el mismo guion: anunciar, repetir y olvidar. Cada cierto tiempo aparece un nuevo plan de vivienda “sin precedentes”. Los números son siempre redondos y esperanzadores: cien mil pisos, doscientos mil, los que haga falta. Luego pasa un año, o dos, y la realidad se impone: el parque público sigue siendo ridículo, los alquileres disparados y los jóvenes atrapados en casa de sus padres. La épica socialista no paga hipotecas.
En el PSC se llenan la boca hablando de “confianza” y “solvencia”, pero cuando toca gestionar, la eficacia brilla por su ausencia. Dicen que gobiernan para la gente, pero la gente sigue esperando. Hablan de justicia social, pero no son capaces de garantizar un techo asequible a quienes más lo necesitan. Y lo peor es que lo saben, pero confían en que la próxima campaña vuelva a bastar con prometer lo mismo de siempre.
En Moncloa, el socialismo se ha especializado en la política del titular. Es la era del “anuncio perpetuo”: lo importante no es hacer, sino parecer que se hace. Sánchez anuncia el enésimo plan de vivienda como quien presenta un producto nuevo cada temporada. Pero sin inversión real, sin agilidad administrativa y sin voluntad política, todo queda en un catálogo de intenciones.
Y mientras tanto, los socialistas presumen de ser los garantes del derecho a la vivienda. Pues bien, derecho sí hay; lo que no hay son viviendas. El contraste entre el discurso y la realidad ya roza lo cómico. Cada vez que un ministro habla de “plan histórico”, los ciudadanos ya saben que pueden ir olvidando ver un ladrillo.
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