Pol Lozano vive uno de los momentos más dulces de su carrera deportiva en el RCD Espanyol. El centrocampista de Sant Quirze del Vallès se ha consolidado como uno de los pilares fundamentales del esquema de Manolo González, ganándose la titularidad a base de trabajo, inteligencia táctica y un rendimiento constante que le ha convertido en imprescindible en el once perico. Después de varias temporadas marcadas por cesiones, lesiones y falta de continuidad, el canterano blanquiazul ha encontrado finalmente su sitio en el equipo.
La llegada de Manolo González al banquillo ha sido un punto de inflexión para Lozano. El técnico, conocedor del talento que atesora el futbolista, le ha otorgado la plena confianza. Bajo su dirección, Pol ha dejado de ser un jugador de rotación para convertirse en una pieza clave. Su capacidad para leer el juego, ofrecer líneas de pase y mantener el equilibrio en el centro del campo le han dado al Espanyol una solidez que hasta ahora le había faltado.
Lozano destaca por su perfil completo: es disciplinado tácticamente, tiene visión de juego y no rehúye el contacto físico. Aunque no es un mediocentro llamativo en lo estadístico, su impacto en el juego colectivo es innegable. Es de esos futbolistas que permiten que los demás brillen, un facilitador que hace mejores a sus compañeros. En cada partido, su nombre aparece como uno de los más valorados por su regularidad, compromiso y capacidad para sostener al equipo en momentos de dificultad.
Y va ganando confianza. Su golazo contra el Betis es una prueba que Pol Lozano ya no se arruga ante nada y lo prueba todo. En este curso, su progresión ha sido constante. Su crecimiento ha sido también una gran noticia para la afición, que valora especialmente a los jugadores formados en casa.
Manolo González ha sabido sacarle el máximo rendimiento ubicándolo en una posición que potencia sus virtudes. Con un doble pivote a su lado o como único mediocentro con llegada, Lozano se adapta a diferentes esquemas y siempre cumple con eficacia. Su madurez futbolística se percibe en la toma de decisiones, cada vez más precisa y menos precipitada, lo que habla de un jugador en plena evolución y consciente de su rol dentro del equipo.
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