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La democracia autocrática

Por Juan Carlos Segura Just
sábado, 21 de septiembre de 2024
en Opinión
4 mins read
Foto: VOX

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Desde los tiempos de Platón y de Aristóteles los griegos amparados por su filosofía lógica, llegaron a la conclusión de que era preferible que el gobierno de las ciudades-estado, estuviese en manos de los ciudadanos, que bajo las decisiones de un tirano. Desde entonces hasta la actualidad, en el terreno de las ideas y de las pretensiones políticas, siempre ha habido un tira y afloja entre los que quieren gobernar los países de forma individual -cuando un solo hombre impone su voluntad sobre el resto- o aquellos que prefieren que sea la mayoría de la comunidad la que tome las decisiones que afectan a todos.

En esta lucha secular entre lo autoritario y lo democrático, aparecen las distintas ideologías que se despliegan, unas con más tendencia a la autarquía y otras más democráticas. Evidentemente y de forma objetiva con todos sus defectos y deficiencias, siempre es preferible un régimen democrático a un régimen totalitario, pero si establecemos una gama cromática asignando a la democracia el color blanco y al totalitarismo el negro, se producen necesariamente tonalidades grises entre aquellos individuos que por ejemplo abogan por lo que se conoce como una «dictablanda» que acepta inercias democráticas, y aquellos que prefieren una democracia determinante, o de mano de hierro, en la que no se cumplen todos los parámetros democráticos en los que a gobernabilidad y a derechos civiles se refiere.

Las tonalidades grises siempre están poco definidas y en política entrañan caminos espinosos, por ello para aclarar un poco la cuestión debemos de establecer unas definiciones básicas que van de lo negro a lo blanco, y de la dictadura a la democracia. Por ello debemos de definir aunque sea de una forma somera los siguientes conceptos.

a) La dictadura. Es un régimen político en el que todo el poder está concentrado en una sola persona, que por medio de un partido político u organización impone su voluntad de gobierno, vulnerando los derechos políticos y muchos de los derechos civiles. La historia está repleta de ejemplos, y en la actualidad podríamos hablar de los gobiernos de China, Corea del Norte, Cuba, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar entre otros. En todos estos países hay órganos colegiados a modo de cámaras asamblearias o legislativas supuestamente representativas, en las que se cumple tajantemente la voluntad del dictador o jefe de Estado.

b) La autocracia. Es similar a la dictadura, con la gran diferencia de que en los regímenes autocráticos existen Constituciones o Leyes fundamentales que regulan el funcionamiento del Estado, y limitan el poder del Jefe del Estado o de sus colaboradores más cercanos. Un ejemplo de ello lo tenemos en Egipto, Marruecos, Vietnam o en la España franquista. Se podría afirmar que no son Estados de derecho, pero si Estados de ley.

c) Democracia autocrática. Se trata de regímenes que gozan de todas las prerrogativas y estándares de los sistemas parlamentarios que integran el Estado de derecho, pero los dirigentes del partido político que ostenta el poder interponen a personas de su obediencia en instituciones del Estado y del poder judicial, que hasta ese momento eran políticamente neutrales. Esta forma de colonización de las instituciones estatales, como el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, la Fiscalía del Estado, el Banco central estatal o el Tribunal de Cuentas, asegura el control del poder absoluto por parte del presidente del Gobierno o de la República sobre esos organismos que por definición deben de ser neutrales. Ejemplos actuales de ello los tenemos en Rusia, Turquía, Bolivia y la España del presidente Pedro Sánchez.

d) Falsa democracia. La falsa democracia es el paso subsiguiente de la democracia autocrática, porque en ella una vez dominados todos los resortes y órganos del Estado, incluida la Junta Electoral central, el resultado de las elecciones generales se manipula directamente para que el partido del Gobierno gane permanentemente las elecciones. Evidentemente al ser coaccionados los miembros del Tribunal Constitucional o del Tribunal Supremo, siempre se valida jurídicamente el fraude electoral dando una apariencia de normalidad democrática. Ejemplo de ello lo tenemos en Irán, Nicaragua, Venezuela, Bielorrusia o Guinea Ecuatorial

e) La democracia. Comprende a todos los países en los que están garantizadas las libertades democráticas, amparadas por el Estado de derecho, en los que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial son plenamente independientes, creándose un equilibrio de poderes que salvaguarda las garantías constitucionales. Un ejemplo claro lo encontramos en Francia, Portugal, Italia, Inglaterra, Alemania, Hungría, Polonia, Estados Unidos, Canadá, Japón, Argentina, y una afortunadamente larga lista de países en los que impera la democracia parlamentaria.
España pertenecía a esta familia de los países plenamente democráticos, pero resulta muy preocupante que se haya integrado en el conjunto de países en los que impera la «democracia autocrática», en los que como ya hemos dicho el poder ejecutivo pretende controlar al poder legislativo y al judicial. Evidentemente si el PSOE ejerce el poder ejecutivo a nivel central por medio del Gobierno de España, es legítimo que intente o que consiga mayorías suficientes para imponer su voluntad legislativa en Congreso y en Senado, como ocurre en todos los países democráticos, pero lo que jamás legitima al Gobierno es controlar el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado, colocando a juristas de su obediencia directa.

La función fundamental del Tribunal Constitucional es la del control de posibles irregularidades cometidas por el Gobierno central o autonómicos, o por las Cámaras legislativas, llevando sus resoluciones al cauce de la constitucionalidad. Por ello si el Tribunal Constitucional se somete al Gobierno central, éste tiene carta blanca para violar derechos fundamentales y para emprender políticas totalitarias y autocráticas.

Los miembros del Tribunal Constitucional deben de regirse por su conocimiento, y su visión jurídica sobre cualquier recurso de amparo o procedimiento sometido a su jurisdicción, y no estar pendientes del teléfono para saber lo que tienen que escribir en sus resoluciones o sentencias. Con independencia de que un partido u otro gane las elecciones y forme gobierno, la cuestión fundamental es que siendo de un color u otro, se preserve y se respete el sistema democrático que los españoles nos otorgamos con la Constitución de 1978.

Juan Carlos Segura Just. Doctor en Ciencia Política y Derecho Constitucional.

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