A la espera de que la Inspección Educativa Balear dilucide si fue ajustado a la normativa que se pusiera en la calle a los alumnos de 1º Bach del Colegio La Salle, de Palma, dos horas antes de acabar las clases, lo que parece claro es que su profesora de catalán quiso que retiraran la bandera de España que habían colocado en la corchera en apoyo a la Selección Española en Qatar y con el permiso de su profesor tutor.
No se conoce un lugar con más renuencia, complejo o desprecio hacia sus símbolos nacionales que España. Por eso los eventos deportivos internacionales son una excelente ocasión para hacer sentir ese gusanillo de unión a los más jóvenes. Lamentablemente, quienes podrían desde las alturas normalizar la presencia de nuestra enseña nacional, no lo hacen, ello a pesar (o tal vez a causa) de lo bien que cala la rojigualda, de lo fácil que resulta hacer aflorar ese sentimiento de unión cuando las circunstancias lo favorecen, como está sucediendo ahora, con motivo del Mundial de fútbol.
Lo que ha ocurrido en Palma, con todas las familias de un grupo de 1º de Bachillerato mostrando su indignación por lo sucedido con sus hijos y la bandera, es una sonora colleja en la cocorota de hispanófobos y acomplejaíllos y ha sacado a la luz algo que lleva ocurriendo desde hace tiempo en los centros de enseñanza, sobre todo en los de las comunidades autónomas con lengua cooficial. Me refiero a la ocultación de los símbolos nacionales y de aquello que destaque lo que nos pueda unir. De los libros de texto, de los actos culturales y de las celebraciones se tiende a excluir lo que pudiera ensalzar lo sobresaliente de nuestra cultura y de la Historia de España, mientras se fomenta lo local y menos laudatorio para el conjunto de la nación.
Lo sucedido en el Colegio La Salle, de Palma, nos permite, además, poner el foco sobre algo que me parece necesario señalar. Quien mayor renuencia ha mostrado a impartir clase en presencia de la bandera de España ha sido la profesora de catalán y ha ocurrido en un colegio que no es un centro público. Este dato no es baladí. Desde hace décadas, en España, las facultades de filología de lengua autonómica se han estado convirtiendo en factorías de nacionalismo, que contaminan no solo las mentes de los futuros docentes, sino a las propias lenguas, a las que anclan a una ideología determinada, al nacionalismo y al victimismo hispanófobo. En esas facultades no se enseñan solo Lengua, Lingüística, Literatura o Fonética, sino, y muy fundamentalmente, una sociolingüística emponzoñada y dirigida a convertir a esos profesores en hispanófobos activistas pro inmersión y anti libertad de elección de lengua. Los que logran salir indemnes son una excepción y seres dignos de estudio. Yo he conocido a alguno y tenido la suerte de ser su compañera como docente. “Raras avis”.
Les invito a leer el informe de Hablamos Español sobre adoctrinamiento nacionalista en los libros de lengua autonómica. Esos textos y también los apuntes, fotocopias, proyectos, imágenes y canciones no publicados, que las familias nos envían a la asociación, dibujan un panorama preocupante y que abarca a los centros públicos y a los que no lo son, con especial incidencia en los centros concertados religiosos de todas las comunidades con lengua cooficial. Sí, de todas. Se equivocan quienes crean que en los centros privados o concertados sus hijos se librarán del adoctrinamiento antiespañol en esta asignatura. Las fábricas que surten a la empresa son las mismas. El nacionalismo las ha copado, de igual modo que se afana en tomar las facultades de periodismo y aquellas relacionadas con la formación del profesorado, ¿Se puede hacer algo sin atacar la libertad de cátedra? Difícil sin una labor más amplia en la sociedad, pero demos, al menos, el primer paso, informando sobre ello.
Gloria Lago es presidente de Hablamos Español
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