
El 16 de mayo del 2007 el RCD Espanyol jugó su último partido europeo. Fue en Glasgow, en Hampden Park, y perdimos en los penaltis contra el Sevilla, tras empatar a dos en el tiempo reglamentario.
Digo «perdimos» porque llevo 31 años de socio del RCDE, y además estuve en ese partido, en que toda la afición blanquiazul pasó de la desesperanza a la euforia, y luego al llanto, en pocos minutos.
Desde aquel día hemos soñado con volver a jugar una competición europea, y cuatro presidentes han pasado por el palco, todos prometiendo que lucharíamos por ello, pero sin resultados tangibles.
Este sábado, tras un tramo final de temporada admirable, con nueve partidos consecutivos sin perder, lo conseguimos. Tendremos que jugar varias rondas previas, pero lo que importa es que hemos roto una maldición que parecía eterna.
El tradicional pesimismo perico hubiera tenido que causar un estado de opinión basado en el «lo fastidiaremos en el último partido». Pero no. Había ambiente de que está vez tocaba. Que después de una parte central de la temporada nefasta, tras un inicio liguero digno de Champions, habíamos remontado lo más difícil y tocaba ganar.
Solo un empate o una victoria del Ahtletic en Sevilla nos podía apartar de nuestro sueño. Pero el Sevilla nos debía una, y no nos falló. Los hispalenses nos quitaron la final de Glasgow y ahora nos ha dado la oportunidad de volver a conseguirla.
Llámenme iluso. Pero este guiño que haya sido el Sevilla el que nos haya metido en Europa es algo mágico. El año que viene toca victoria y el RCD Espanyol levantará su primer título europeo.
Y allí estaremos para celebrarlo.
Visca l’Espanyol!
Sergio Fidalgo es el director de elCatalán.es
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