El Barça ha sido cómplice necesario para que el proceso separatista haya llegado tan lejos. Las pancartas de “Freedom for Catalonia”, “Spain is a fascist state” o llamando “dictadura” a España en el Camp Nou y en el Palau Blaugrana en partidos de expectación internacional han sido elementos propagandísticos de primer orden para que el independentismo se consolidara en la sociedad catalana.
El apoyo, directo o indirecto, de las sucesivas directivas barcelonistas a las pitadas a la Casa Real y al Himno nacional en las finales de la Copa del Rey fueron un factor de cohesión de un secesionismo que decidió que había que romper por las bravas los lazos entre los catalanes y el resto de españoles.
El separatismo más radical ha secuestrado la grada azulgrana ante la complicidad evidente de todas las últimas directivas que han pasado por el palco culé. Que haya docenas de miles de socios, y millones de aficionados, barcelonistas que se sientan españoles y no comulguen con el secesionismo nunca ha sido una preocupación para Laporta, Rosell o Bartomeu.
Han preferido dar barra libre a los elementos más extremistas del independentismo, aún a costa de perder aficionados no solo en Cataluña, también en el resto de España, hartos de las ‘esteladas’ y del ‘llibertat presos polítics” que ‘adornaban’ el coliseo del Barça.
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