El nuevo hombre fuerte de Junts, Jordi Turull, está deseoso de restaurar los oropeles de la antigua Convergencia como eje central del nacionalismo — ahora directamente separatismo — catalán sabe que si se cierra a posible pactos postelectorales con los socialistas tras las municipales está regalando el mapa del poder local a ERC.
Tras la caída en desgracia de Laura Borràs la neoconvergencia de Turull intenta, poco a poco y sin que se note demasiado, tender puentes con los socialistas aprovechando que en la actualidad gobiernan juntos en la Diputación de Barcelona, la tercera administración más importante de Cataluña.
La victoria por la mínima de Pere Aragonès sobre Carles Puigdemont en las elecciones al Parlament de 2021 fue un duro golpe para la neoconvergencia más consciente de su tradición e historia, la de ser el auténtico partido del poder en Cataluña.
Turull y el sector más pragmático de Junts saben que si pierden el poder local por un amplio margen sobre ERC el cambio de ciclo dentro del nacionalismo catalán será irreversible durante décadas. De ahí que intenten no cerrarse puertas para no regalar a Esquerra la hegemonía política en Cataluña.
Y los socialistas llevan tantos desplantes acumulados de ERC — basta con recordar solo dos, el “no” a la reforma laboral en el Congreso y el veto en el Parlament a Miquel Iceta que le impidió ser elegido senador, y por lo tanto presidente del Senado — que se van a dejar querer y justificarán cada pacto local con unos o con otros en función de las “peculiaridades” de la vida municipal de dicha ciudad.
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