Es domingo 1 de Octubre. No puedo dejar de ser optimista, como dije hace un mes, en el aspecto político. A corto plazo el referéndum ha sido un fracaso; sin garantías y carente de cualquier credibilidad. Cualquier intento de avanzar hacia una DUI o algo parecido será ridículo a ojos internos e internacionales. La Guardia Civil y Policía Nacional han hecho un buen trabajo y como es lógico no han podido evitar las agresiones buscadas intencionadamente por el bando independentista. A fin de cuentas la agresión de la policía era el último cabo al que agarrarse.
Dicho esto me siento obligado a decir que lo que nunca preví fue el impacto social. Hoy muchos compartimos la amarga sensación de que en Cataluña ha ocurrido un desgarro social muy profundo. Los hechos que hemos presenciado desde el 6 de Septiembre en el Parlament, el 11 de Septiembre con Otegi y la indignante manipulación de niños en su mismo colegio entre otros obligan a posicionarte, no solo ideológicamente sino como persona. Hoy todos tenemos menos amigos y damos por sentado que no somos respetados por el otro lado de la sociedad. No puedo ver que esta herida vaya a sanar a corto o medio plazo.
Pero lo que a mi me parece muy roto es el modelo autonómico y de convivencia en España. Ha fracasado. En gran medida porque es un sistema que hoy sabemos que no nos protege ante gobernantes malintencionados. Lo que está pasando en Cataluña es un ejemplo clarísimo.
Necesitamos una constitución que proteja al individuo y reduzca el poder arbitrario de los cargos electos. He llegado la hora de quitar de la mano de los políticos, la educación, la sanidad y los medios de comunicación, entre otros para empezar a sanar esta sociedad herida.
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