Todos hemos jugado alguna vez a juegos de estrategia y, evidentemente, antes de ello nos regimos por sus reglas, y si se quiere aplicar algún matiz todos los que participan deben estar de acuerdo. Pues bien, hay determinados grupos políticos que no quieren seguir las reglas establecidas. Y no es que se llegue a un consenso de todos para cambiarlas. Al contrario, ellos establecen sus normas y no se detienen, a pesar de las miradas de reojo del resto de jugadores, e inclusive del Gobierno, que no pone los límites adecuados en ningún momento.
Hace casi tres años nos pusieron unas urnas, el 9-N. Hace dos otra vez, el 27-S, en cuanto convirtieron unas elecciones legales en un «plebiscito». Y ya vamos a la tercera ronda, el 1-O. Por supuesto, el colocar urnas no es gratis, señores. Aquí invitamos todos a las rondas. Aunque carezcan de legalidad, y a pesar de que no todos vamos a votar en estas convocatorias. Hacen trampas en el juego y se sabe, porque se hace con la estratagema de tapar muchos trapos sucios. Y se sabe que se gastan el dinero de todos sin miramientos. Y nadie hace nada.
El caso es que mientras se gastan nuestros impuestos en todos estos juegos de estrategia, hay recortes en sanidad. Y en educación, en la que nos quitaron la sexta hora hará unos siete años. Y en ayudas a familias o a personas con necesidades. Pero en su juego no escatiman en gastos. De hecho, si en la tercera ronda del 1-O sale el resultado que desean, porque participan solo los partidarios o adeptos de las ideas de los grupos que promueven la votación, y creen que así consiguen la legitimidad para hacer sus propósitos, lo aceptarán. Si no fuera así, ¿invitamos a otra ronda hasta que salga el resultado que ellos quieren?
Aunque el resto de la población no quiera ir a votar porque signifique entrar en este juego sucio, ¿cómo interpretarán ellos esta abstención? Si no vas a votar lo contrario a lo que ellos defienden, ¿creerán que estás de acuerdo, que el no ir a las urnas es aceptar su voluntad?
El caso es que mientras la sociedad se fragmenta, se divide, la tensión se vive en numerosos aspectos del día a día. Las consecuencias son para nosotros, porque mientras nos acercamos al precipicio, ellos son meros espectadores acomodados en su ‘chester’, con unos salarios desorbitados con la realidad social, y con la tranquilidad de tener sueldos vitalicios. ¿Qué les dejaremos a las próximas generaciones, una historia que deja mucho que desear?
Lo que realmente necesitamos es un presidente con actitudes y aptitudes que ponga orden en este caos, que coja el timón, que deje claras cuales son las reglas del juego para que participemos todos juntos para ganar, y así volver a ser una gran potencia y devolver a España la admiración que se merece.
Puedes colaborar con elCatalán.es para que siga con su labor de defender la Cataluña real, la Cataluña que quiere formar parte de una España democrática, participando en la campaña de crowdfunding, aquí tienes los detalles. O comprando el libro ‘La Cataluña que queremos’. Aquí, más información.
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
Si quieres leer nuestras noticias necesitamos tu apoyo.