El Congreso que el PDeCAT ha celebrado este fin de semana ha constatado que Carles Puigdemont, con el apoyo de los consejeros que están en prisión preventiva como Josep Rull o Jordi Turull, se ha hecho con el control de los restos de la antigua Convergència.
La humillación que ha sufrido la hasta ahora responsable del partido, Marta Pascal, que ha sido apartada de su puesto de mala manera, demuestra que el radicalismo de Puigdemont se ha adueñado del partido de las clases medias conservadoras nacionalistas de Cataluña.
Marta Pascal intentó parar la deriva radical del PDeCAT, oponiéndose a los deseos de Puigdemont de construir un movimiento personalista que le arrope incondicionalmente en su camino hacia el enfrentamiento con el Estado, y lo ha pagado con su cargo.
Ya no queda ningún obstáculo para que el PDeCAT se diluya en la ‘Crida’ que Puigdemont está organizando, y que más que un partido es un movimiento de apoyo incondicional a su persona como ‘presidente en el exilio’.
Este es el problema principal de Cataluña. Que un prófugo de la Justicia acusado de graves delitos contra la convivencia sea el eje sobre el que gire la política catalana. Carles Puigdemont, si los otros líderes nacionalistas no logran pararle, será el responsable de un nuevo intento de destrozar la convivencia entre los catalanes.
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