Este domingo en la manifestación de Barcelona, en medio de tantas personas, rodeado de una multitud de personas, de banderas y carteles y de una sensación de cierta alegría y empatía, por momentos me transporté a otras situaciones vividas en el mismo lugar. Es lo que tiene los años, los muchos que, si tienes memoria y te has movido un poco, con o sin melancolía, te asaltan recuerdos.
Y en especial me recordaba a mi mismo y mis amigos en 1977, en la misma calle del Paseo de Gracia y más o menos donde me incorporaba a la manifestación a la altura de Córcega. Allí estuve con los compañeros de ‘Agermanament’ y con los componentes de muchos de los comités de solidaridad, con Chile, Argentina, Uruguay, Guinea, Sahara, Sudáfrica, Palestina…
Convocada con el lema “Libertad, Amnistía y Estatuto de autonomía”, biblia de la Asamblea de Cataluña, el lema se coreaba con múltiples acentos, con alegría y sobre todo con la esperanza de que el sol volvía colorear al país en gris, en que tantos anhelos se habían ahogado. Habíamos resumido unos claros objetivos para la lucha de todos, al menos dos de los tres (para todos los que participaban, como siempre una minoría, aunque con el tiempo se pretenda lo contrario).
Parte de la manifestación la hice llevando una gran bandera en plano del Polisario, entre varios que nos relevábamos con ellos mismos, gente entrañable con la que tenía especial relación. Días antes había estado en Barcelona el Ministro de Salud de la proclamada República independiente del Sahara, ya entonces desligada del PCE(i) quienes al principio habían mediatizado su representación en España.
Entonces algunos combatientes del Polisario, heridos en combate y en especial los que tenían que afrontar operaciones complicadas de huesos, llegaban clandestinamente a Barcelona donde eran operados en algún hospital privado solidario con aquel valiente pueblo. Es un recuerdo que con otros se te graban en la memoria y resumen a veces relaciones, horas de trabajo y colaboración y sentimientos. Tomar un té con ellos, preparado según el ritual del desierto y portar su bandera se juntan en mi cabeza y resume la estima y trabajo solidario de cuando aún era joven y eran algunos de mis menesteres.
Sirva la personal anécdota como un flashback visual de unos momentos donde nos mirábamos sonrientes, con cierta esperanza y creyendo que algo hacíamos por un mejor futuro. Teníamos unas metas claras, libertad y democracia, también la amnistía para tanto luchador encarcelado y quizás, al menos por mi parte, aceptaba lo del estatuto como algo complementario.
Ya entonces no cantaba ‘Els Segadors’, no me emocionaba escucharlo y hacía unos años que desconfiaba de lo que algunos llamaban catalanismo o nacionalismo, pero que siempre me parecía algo que, conociéndolo bastante bien, me era lejano, poco progresista y una rémora en cuanto a nuestro trabajo más cotidiano, la solidaridad internacional. Y sobre todo nunca entendía como alguna buena gente de izquierda, de muy variada posición, con la que interactuaba en ‘Agermanament’, LCR, MC, PT, BR, PSUC, lo aceptaban con normalidad y casi como una postura progresista.
Y así se iban y venían pensamientos caminando lentamente y parados en el Paseo de Gracia, veía banderas de España, mi país, de Cataluña, mi tierra y de otras tierras igualmente queridas, de unos bercianos de Ponferrada, de araneses, gallegos, extremeños, andaluces… y reíamos con mi pareja por algunos carteles rezumando humor y sorna. Y gente contenta que cantaba y coreaba consignas como que “Barcelona no se quema” y todo en una especie de fiesta que hacía pensar que al final participaríamos en una paella comunitaria, lástima que realmente no estaba prevista. Hubiera sido especialmente agradable hacer fuegos en la calle y en lugar de atemorizar a la ciudadanía, prepararnos una comida de hermandad.
Pero al tiempo de esta situación de cierta alegría cada vez más me venían otros pensamientos menos agradables y ciertamente preocupantes. Y aunque no muy positivos quiero compartirlos:
¿Por qué la manifestación me parecía más pensada para contestar a los nacionalistas que para reivindicar nuestra convicción democrática?
¿Por qué esta sensación siempre de ir a remolque de los nacionalistas, como han hecho los partidos en Cataluña demasiadas veces?
¿Por qué algunos partidos, demócratas todos, estaban presentes por la presión más que por la convicción?
¿Por qué se consideran unos mejor que otros cuando en los últimos años unos y otros nos han decepcionado por corrupción y por mal gobierno?
¿Por qué en un mundo atormentado por acontecimientos que preocupan o deberían preocuparnos, Chile, Siria, Venezuela, Irak, Oriente Medio, UE, no ocuparon ni un mínimo espacio ayer en una manifestación por la paz la libertad y la democracia?
¿Por qué cuando SCC convocó volvimos a ver una brutal atomización de siglas, muchas casi unipersonales, apoyando la convocatoria, algunas casi a regañadientes?
¿Por qué seguimos viendo como vanidades y visiones tan matizadas hacen imposible la aparición de un acuerdo básico entre catalanes demócratas para combatir la fascistización social que pretenden los nacionalistas?
Y hoy para acabar, cuando hago este somero recuerdo, no puedo añadir lo que me preocupaba ayer, hoy y temo mucho que también mañana:
¿Cuándo Libertad, Democracia y Solidaridad servirá para convocarnos, en algo urgente y necesario, a combatir frontalmente a los que quieren leyes que recorten libertades, mantener privilegios por procedencia y nacimiento o comportarse insolidariamente con parte de los catalanes y la totalidad de los españoles?
Si así ocurriese, seguro que muchos reconoceríamos la convicción y contundencia para enfrentarnos a los intereses nefastos de los nacionalistas catalanes.
José Luis Vergara, octubre 2019
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
Si quieres leer nuestras noticias necesitamos tu apoyo.