Desde hace años centenares de catalanes libres de nacionalismo se juegan el tipo cada noche para quitar lazos amarillos, esteladas y pancartas ofensivas hacia todos los españoles del espacio público.
Y lo hacen porque los poderes del Estado han permitido, y siguen permitiendo, que el secesionismo se haya apoderado de las calles y los edificios oficiales, patrimonializando lo que es de todos los ciudadanos.
No solo lo han hecho con impunidad, además han presumido de ello, violando las sentencias que han exigido neutralidad del espacio público en Cataluña. A pesar de las decisiones judiciales en centenares de localidades el color amarillo de los lazos lo tiñe todo.
Y un puñado de catalanes libres de nacionalismo cada noche, con riesgo de que radicales secesionistas les golpeen, o que agentes policiales “patrióticos” los identifiquen o detengan, intentan que las calles sean de todos, y no solo de los secesionistas.
Es imprescindible, de una vez, firmeza para que los derechos de los ciudadanos libres de nacionalismo sean protegidos.
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