En un fútbol cada vez más mercantilizado, donde la lealtad parece una moneda en extinción, hay nombres que trascienden el césped y se convierten en emblemas de identidad. Para la afición del RCD Espanyol, ese orgullo lleva los nombres de Raúl Tamudo, Dani Jarque y, en la actualidad, Javi Puado. Tres futbolistas forjados en la cantera blanquiazul que representan no solo talento, sino compromiso, pertenencia y amor por unos colores.
Raúl Tamudo no necesita presentación. Capitán eterno, máximo goleador histórico del club, alma de un Espanyol que supo soñar y competir contra gigantes. Su gesto de levantar los brazos tras un gol aún estremece a los pericos que recuerdan la Copa del Rey de 2000 como un hito imborrable. Dani Jarque, cuyo legado supera su trágica partida, fue mucho más que un central de categoría: fue un líder que encarnó los valores del esfuerzo, la humildad y la responsabilidad. Su número 21, eternizado, es símbolo de lo que significa ser del Espanyol. Y hoy, Javi Puado continúa ese legado con su entrega, versatilidad y ese vínculo inquebrantable con la camiseta que lo vio crecer.
Estos jugadores son patrimonio emocional de la afición perica, no solo por su rendimiento deportivo, sino porque decidieron quedarse. Porque cuando tuvieron la opción de marcharse, eligieron luchar, construir y liderar desde dentro. En contraste, otros jugadores como el guardameta Joan García, también salido de la cantera, han optado por tomar el camino más fácil —o al menos, el más tentador—: vestir la camiseta del Fútbol Club Barcelona. Una decisión respetable desde el punto de vista profesional, pero que inevitablemente hiere el corazón de quienes apostaron por él, quienes soñaban con verle consolidarse en la portería del RCDE Stadium.
La salida de Joan García no se entiende solo como una pérdida deportiva. Se vive como una pequeña traición simbólica. Porque cambiar el escudo por el del eterno rival, con todo lo que eso representa, es cruzar una línea que muy pocos pueden recorrer sin romper con su pasado.
El Espanyol, como institución y como sentimiento, siempre ha vivido a contracorriente. No ha tenido nunca el favor de los grandes medios, ni las inyecciones millonarias de los clubes-empresa. Pero ha tenido —y tiene— algo que no se compra ni se negocia: el alma de una afición que idolatra a los suyos no por ser estrellas, sino por ser leales. Por eso Tamudo, Jarque y Puado son gigantes. Porque eligieron el camino del compromiso, del arraigo, del orgullo por representar al Espanyol. Porque supieron que no hay victoria más grande que ser profeta en tu propia casa.
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