Seguro que a ustedes ya les comienza a aburrir el tema de TV3, y su manipulación constante. No lo hagan, no normalicen con su cansancio el que es uno de los peores escándalos que ha sufrido nuestra democracia. No es un caso más de intervencionismo gubernamental en un medio público.
Pero lo de TV3 es algo siniestro, es una herramienta de ingeniería social, que tiene como fin conseguir que millones de catalanes sientan a España y todo lo español como algo ajeno. Y están haciendo su labor con eficacia. Por eso no hay que cejar en denunciar sus excesos, tanto en España como a nivel internacional.
TV3, sin cambios
Porque, por desgracia, los actuales rectores de TV3, espoleados por centenares de trabajadores de la cadena que son cómplices por acción u omisión, no van a cambiar su línea de actuación. Los socialistas no han cambiado la línea separatista de la cadena, simplemente han enchufado a sus tertulianos y palmeros.
Illa, que en campaña prometió una nueva etapa de diálogo y de respeto a todas las sensibilidades, ha optado por mirar hacia otro lado. Su inacción en relación a TV3 es evidente. No ha promovido reformas, no ha introducido cambios de calado en la dirección y tampoco ha impulsado mecanismos que garanticen un auténtico servicio público al servicio de todos los catalanes.
Una TV3 procesista, de tono descafeinado
El resultado es que TV3 continúa funcionando como en los años más duros del procés, aunque con un tono más descafeinado. La línea editorial no se ha modificado y la percepción mayoritaria entre los espectadores críticos es que la televisión autonómica sigue siendo una herramienta al servicio de un relato político muy concreto.
La falta de cambios resulta aún más sangrante porque TV3 se financia con fondos públicos aportados por todos los catalanes. Sin embargo, el canal no refleja la diversidad política, social y cultural de Cataluña. Quienes esperaban que Illa utilizara su nuevo poder institucional para corregir ese desequilibrio, se han topado con la decepción.
Mantener el statu quo en TV3
Algunos analistas apuntan a que Illa no quiere enfrentarse a un sector mediático que puede serle útil en sus relaciones con el independentismo. Mantener el statu quo en TV3 sería, por tanto, una forma de comprar tranquilidad en un escenario político inestable. Pero esta estrategia solo alimenta el descrédito de la cadena y del propio presidente.
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