Lengua materna es un concepto ampliamente reconocido y usado en todo el mundo y que tiene su propio Día Internacional que se celebra el 21 de febrero. Sin embargo, durante tres décadas ha estado prácticamente proscrito en Cataluña. En las encuestas se pregunta por la “lengua inicial” o la “lengua habitual” e incluso se inventan lengua propia -que es un concepto que en el resto de países no existe- pero jamás hablan “lengua materna”.
Curiosamente, antes de los 80, cuando el catalán todavía no era lengua vehicular en las escuelas, defendían la importancia de la lengua materna desde Convergencia hasta el PSUC pasando por la Asociación de Maestros Rosa Sensat. En aquel momento consideraban que la lengua materna era fundamental para el aprendizaje. Y estaban en lo cierto como demuestran, según la UNESCO, más de mil artículos académicos.
Además, es un derecho reconocido por este organismo (1953) y por la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la ONU (1989). Entonces, ¿por qué en Cataluña es casi tabú hablar de “lengua materna”? Quizá la clave está en las palabras de Irene Balaguer, que durante muchos años fue presidenta de Rosa Sensat, que en un debate de la televisión pública catalana titulado dijo de forma desinhibida que cuando su asociación defendía la “lengua materna” era porque defendía el catalán (https://www.youtube.com/watch?v=P6B9IUBdAmU a partir de 8:27).
Por supuesto, defender y promocionar la lengua catalana es absolutamente legítimo y muy necesario después de una dictadura como la franquista pero eso no justifica que se imponga en una sociedad bilingüe como la catalana un modelo monolingüe obligatorio. De hecho, es tan complicado a los ojos de la comunidad internacional negar el derecho a la educación en lengua materna, especialmente durante la primera enseñanza, que la Ley de Política Lingüística de la Generalitat (Ley 1/1998 de 7 de enero) recoge en el punto 2 de su Artículo 21 que “Los niños tienen derecho a recibir la primera enseñanza en su lengua habitual, ya sea ésta el catalán o el castellano”.
Loable propósito, sin duda. El problema es que en Cataluña, los sucesivos gobiernos nacionalistas no lo han querido aplicar nunca. En Cataluña, en Educación Infantil hay 0 horas de lengua española a la semana; en Primaria, 2; en ESO, 3 y en Bachillerato, 2. Para todos los alumnos excepto para los que se pueden pagar algún centro privado lo que convierte a la “escuela catalana” en uno de los sistemas educativos más clasistas e injustos de nuestro entorno.
Si tenemos en cuenta que la lengua materna del 55% de los catalanes es el español, el sistema educativo catalán está negando un facilitador educativo a más de la mitad de sus alumnos. En ese sentido, son ya tres los informes que señalan a los castellanohablantes como los grandes perdedores de la mal llamada inmersión lingüística, el más reciente de hace tan solo unas semanas firmado por los economistas de la Universidad de Barcelona Jorge Calero y Álvaro Choi. Pero, quizá, la defensa más inesperada de la lengua materna la encontramos estos días en las declaraciones de Jordi Pina, abogado de tres de los encausados del “Procés” que manifestó que “los acusados tienen el derecho legítimo a expresarse en su lengua materna” porque, según él, “se expresan mejor en su lengua materna”.
En la misma línea se ha pronunciado uno de sus defendidos, Jordi Turull, así como Oriol Junqueras y Joaquim Forn. Todos ellos han manifestado estar en inferioridad de condiciones por no usar su lengua materna en el juicio. “Lengua materna”, ese concepto desaparecido de Cataluña que de repente aparece en varia ocasiones como una cuestión de derechos.
Especialmente interesantes me parecen las palabras de Joaquim Forn: “Yo hablo, me expreso en las dos lenguas bien pero tengo más facilidad, más fluidez hablando catalán, me hubiera gustado que se hubiera podido utilizar el sistema de traducción simultánea, no siendo esto posible, yo renuncio a mi derecho de hablar en catalán pero también quiero expresar la dificultad añadida que representa para una fluidez en mi expresión.”
Si esto es lo que siente un adulto que, además, se ha dedicado toda su vida a hablar en público en tanto que político, ¿qué no sentirá un alumno cuando tiene que enfrentarse a las pruebas de acceso a la universidad? Seguramente, el no uso de su lengua materna puede bajarle unas décimas su nota y quizá esas décimas sean determinantes para entrar en los estudios que quiere. Y esto lo podemos extrapolar a todos los exámenes que hayan ido haciendo los alumnos a lo largo de su trayectoria y, muy especialmente, a la defensa oral de trabajos.
¿Por qué Oriol Junqueras y Joaquim Forn reconocen para ellos lo que niegan a los alumnos catalanes? ¿Por qué ellos y sus respectivos partidos insultan a todos los que defendemos que un sistema con más de una lengua vehicular es lo más justo y equitativo en una sociedad como la actual? ¿Por qué obligan a las familias a ir a los tribunales a pedir que sus hijos puedan recibir en lengua materna un 25% de sus clases y luego los someten a un acoso brutal?
Los partidos separatistas jamás responderán a estas preguntas porque hacerlo sería tanto como reconocer que la inmersión lingüística, además de injusta, no es un modelo de éxito sino de pérdida de oportunidades.
Sonia Sierra es diputada de Cs en el Parlament
[campana]
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