La Diada, el 11 de septiembre, no es la fiesta de todos los catalanes. Ahora que se acerca el enésimo aquelarre separatista urge una reflexión sobre si convendría cambiarla por Sant Jordi para que todos los catalanes, sin exclusión, no se sientan atacados y ofendidos en el que debería ser un día de celebración.
Las marchas nocturnas con antorchas, los discursos agresivos, los insultos durante las ofrendas florales ante el monumento a Casanova, el haber escogido como fecha una efeméride que solo interesa a los nacionalistas son algunos de los motivos por los que convendría cambiar la Diada como festividad de Cataluña.
Ante la agresividad de la Diada se alza la festividad de Sant Jordi, una jornada en el que se celebra la cultura y el amor, un día en el que todos los catalanes, sin exclusión, pueden reconocerse y disfrutarlo. Porque el 23 de abril no tiene fronteras, ni señala entre ‘buenos’ y ‘malos’ ciudadanos.
Los secesionistas no van a querer prescindir de ‘su’ fiesta de exclusión en el que dan rienda suelta a todo sus victimismo, pero es obligación del constitucionalismo el poner este debate sobre la mesa y presionar, año tras año, hasta conseguir que la fiesta de Cataluña sea un día para todos los catalanes, Sant Jordi, en vez de un día para ‘ellos’, el once de septiembre.
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