Llenar de esteladas los edificios públicos y la vía pública ha sido condenado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña al romper la neutralidad que estos ámbitos han de tener, pero eso no le importa a los alcaldes de un buen número de localidades.
No solo no las retiran, sino que los partidos secesionistas que gobiernan estos municipios montan patrullas de vigilancia para pillar in fraganti a los ciudadanos que por su cuenta intentan descolgarlas. El objetivo es denunciarles para “señalarles” y crearles el máximo de problemas.
Además, no solo les denuncian, sino que difunden sus nombres en redes sociales acusándoles de “fascistas”.
Es posible que entre algunos de estos ciudadanos que descuelgan esteladas haya algunos de ideología de extrema derecha, pero el extender esta condición a todo aquel que ose reclamar que el espacio público es de todos tiene una finalidad política muy clara.
El definir como «fascista» a todo aquel que no es secesionista forma parte de la estrategia política del separatismo para que nadie ose discrepar públicamente por miedo a ser insultado y señalado.
Recordemos como en el pasado reciente la actriz Rosa Maria Sardà, el cantante Joan Manuel Serrat, entre muchos otros, han sufrido linchamientos por parte del secesionismo, con múltiples acusaciones de «fascistas» de por medio, simplemente por no seguir sus dictados.
El espacio público es de todos, y no es exclusivo de los secesionistas. Imponer una ideología “por narices” está mucho más cerca del fascismo que los secesionistas dicen denunciar que el descolgar banderas esteladas de las calles y edificios públicos para recuperar el espacio común para todos los ciudadanos.
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