
La obsesión del separatismo con la lengua más hablada en Cataluña, el español, llega a extremos que roza lo enfermizo, y pone en peligro la convivencia en nuestra comunidad autónoma, porque no se puede despreciar a los millones de hispanohablantes que aquí residen.
Desde la consideración del español como “lengua de las bestias” en un artículo de tono supremacista del hoy presidente de la Generalitat, Quim Torra, hasta la opinión de una ex dirigente del Diplocat, Diana Coromines, que la define como “la lengua del enemigo”, el abanico de odio que despierta el español entre los sectores más radicales del nacionalismo roza lo totalitario.
El documental Lletraferits que emitió el pasado domingo TV3 estaba pensado para que los telespectadores pasaran a la acción para defender el catalán. ¿Defenderlo de qué? ¿De los ciudadanos que libremente escogen hablar en otro idioma? ¿Las personas que viven en Cataluña han de hablar en los patios de los colegios, en las oficinas, en las tiendas en el idioma que los partidos secesionistas decidan?
Porque esta es la clave del asunto. Al separatismo radical le molesta que se hable en español en Cataluña, porque según ellos “pone en peligro” la “supervivencia” del catalán. Falso. El catalán es la lengua de las dos radios más importantes de Cataluña. Cada vez hay más medios de comunicación y libros en catalán. Es la lengua de las administraciones, del poder político. El catalán goza de buena salud.
Lo que buscan los secesionistas, por razones políticas, es erradicar el español de la vida pública en Cataluña. Y no saben cómo hacerlo, porque aunque les gustaría tomar medidas más radicales, España es un país democrático que no permite hacer a los separatistas lo que les gustaría: que el español fuera una lengua que quedara recluida en los hogares particulares.
En un país democrático cualquier ciudadano tiene el derecho de escoger la lengua en la que desea hablar y tiene la obligación de conocer las lenguas oficiales de su tierra. Pero no se le puede imponer que hable una u otra.
El catalán es un idioma que no ha de ser usado para operaciones de limpieza étnico-cultural. Es una lengua rica y culta, tanto como lo es el castellano. Y ambas han de servir para comunicarse. El catalán no de usarse para que unos supremacistas decidan inventarse una “República” a su medida en la que más de media Cataluña sea considerada como un grupo de “invasores” y “colonos” sin derechos: la Cataluña hispanohablante.
Comentario editorial de elCatalán.es
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