El RCD Espanyol encara la temporada 2025-26 con la obligación de dejar atrás la inestabilidad que ha marcado sus últimos años. Tras evitar el descenso en el último suspiro de la campaña anterior, el objetivo más inmediato no puede ser otro que el de lograr una permanencia tranquila. El sufrimiento constante ha desgastado no solo a la afición, sino también a una plantilla que necesita empezar a pensar más allá de la mera supervivencia.
El verano ha sido movido en los despachos de Cornellà-El Prat. Fran Garagarza, el director técnico, dirección deportiva ha reforzado un equipo que el año pasado mostró carencias en defensa, creación y gol. Sin embargo, los fichajes por sí solos no garantizan resultados. El verdadero reto está en cómo se ensamblarán esas piezas dentro del sistema de juego que propone Manolo González, un técnico que ha sido ratificado pero cuya continuidad está ligada, sin rodeos, a la permanencia.
La situación económica, aunque controlada, sigue condicionando las decisiones deportivas, con la incertidumbre de cómo actuará el grupo inversor de Alan Pace que recientemente ha adquirido la mayoría del capital social. El Espanyol ha demostrado cierta habilidad para moverse en el mercado sin grandes desembolsos, pero eso tiene un límite.
Retener a jugadores que despiertan interés internacional, como Omar o Puado, será difícil si no se acompaña con un proyecto deportivo ambicioso. El club se encuentra en una encrucijada: si no logra crecer en lo deportivo, tampoco podrá hacerlo en lo económico.
En lo táctico, Manolo González ha demostrado ser un técnico pragmático, centrado en la solidez defensiva. En pretemporada, el equipo ha dejado buenas sensaciones frente a rivales de entidad, pero el reto está en mantener esa consistencia a lo largo de un calendario exigente. Las primeras jornadas incluyen partidos muy duros, y un mal arranque podría poner al equipo otra vez en el fango de la clasificación.
La exigencia no será menor. La afición quiere un Espanyol competitivo, que no renuncie al balón ni a la ambición de crecer. Es hora de que el club se sacuda la etiqueta de «equipo ascensor» que desgraciadamente ha adquirido en las últimas temporadas y trabaje por consolidarse definitivamente en la máxima categoría. Eso requiere una mezcla de sensatez en la planificación, valentía en la toma de decisiones y, sobre todo, una visión clara de hacia dónde se quiere ir.
El Espanyol tiene por delante una temporada que puede marcar un antes y un después. O se da un paso adelante en construcción de proyecto, o se seguirá en un bucle de supervivencia. La pelota, como siempre, ya está rodando. La respuesta, en el césped.
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