El separatismo está a la greña, y el panorama de los que deberían luchar firmemente contra ellos es aún más desolador. De entrada tenemos a un PSC que unos días quiere ser alternativa al independentismo, y otros días apoya la «mesa de diálogo» con ERC. Por la mañana quiere liderar la oposición a la locura secesionista, y por la tarde quiere ser una oposición «útil y responsable» que solo sirve para consolidar el poder institucional del separatismo.
Los socialistas deberían aclararse, de una vez, si quieren plantar cara a unos partidos – ERC, CUP y Junts – que han convertido la televisión pública y la escuela pública en focos de adoctrinamiento, y las administraciones públicas en unas organizaciones sectarias o prefiere ser la muleta del nacionalismo. Aunque llevan décadas entre Pinto y Valdemoro.
Cs sigue sin detener la hemorragia. Ya no es solo por los malos resultados que cosecha elección tras elección, dado que llevan cuatro desastres seguidos: generales, catalanas, madrileñas y castellano-leonesas. En Cataluña cada día que pasa es una formación más débil, que no encuentra la manera de conseguir recuperar la confianza que tuvieron en 2017 – más de 1.100.000 votantes – y que dilapidaron ellos solitos en poco más de tres años. Las purgas internas y la recolocación de cargos adictos a la actual dirección son pruebas de que no están por lo que deben.
El Partido Popular de Cataluña sigue enfrascado en el todos contra todos, y es que anterior al estallido de la crisis entre Ayuso y Casado. Tienen un líder regional, Alejandro Fernández, cuestionado por la todavía dirección nacional y parte de los cuadros locales del partido; un líder municipal en Barcelona, Josep Bou, a la greña con casi todo el mundo y que prácticamente seguro que no repetirá como candidato y una estructura muy debilitada tras los últimos desastres electorales y la división en diferentes familias.
VOX está en un buen momento, y el aumento de su apoyo electoral a nivel nacional le otorga un papel privilegiado. Su condición de auténtica ‘bestia negra’ del separatismo le convierte en uno de los ejes principales de la Resistencia al independentismo. Pero es una formación con un techo evidente, dado que habla claro sobre temas muy polémicos, lo que le ha garantizado un notable apoyo, pero que también le marca un techo de cristal que le costará superar. Además necesita ampliar sus cuadros en el ámbito local, porque en Cataluña apenas son conocidos dos o tres líderes. Tiran mucho de marca, y necesitan tener ‘caras’ a nivel autonómico. Además, el silencio mediático al que es sometido en Cataluña les lastra mucho.
Valents es una incógnita bienintencionada, pero con muchas debilidades estructurales. Fundar un partido viable electoralmente no es sencillo, y menos cuando falta poco más de un año para lo comicios municipales en los que se jugará el ser o no ser. Su mensaje de «unidad constitucionalista» no ha sido recogido, al menos de momento, por el resto de formaciones y la barrera electoral del 5% que rige en los comicios locales no se lo pondrá nada fácil. Que parte de sus cuadros sean ex dirigentes de Cs y PP ha provocado resquemor en estas formaciones, y críticas bastante duras.
La gran noticia positiva es que, al menos, la sociedad civil organizada sigue nutriendo la Resistencia al separatismo: las carpas para exigir más español en las aulas de Escuela de Todos y AMPA Total se multiplican. Societat Civil Catalana sigue su campaña para exigir responsabilidades de los golpistas antes el Tribunal de Cuentas, las brigadas de limpieza siguen retirando esteladas y lazos amarillos de los espacios públicos y hay un buen número de entidades cívicas que cada semana organizan actividades en diversos puntos del territorio catalán.
Pero no basta. Urge que todos los partidos que quieran plantar cara al separatismo, juntos o por separados, maximicen sus esfuerzos para conseguir, lo antes posible, una mayoría en el Parlament. Y, con el panorama actual, será un trabajo de titanes. Es imprescindible recuperar la unidad de acción que facilitó que los días 8 y 29 de octubre de 2017 un millón de catalanes salieran a la calle.
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