Cabe expresar la satisfacción que produce que una actividad como ésta, promovida por una entidad modesta (con la ayuda de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, eso sí) se mantenga viva veintidós años. Es casi una heroicidad. Y, no sólo está muy viva, sino que no deja de crecer. Este año, el Ciclo ha tenido cuatro sesiones en cuatro foros distintos: en Luxemburgo, en Pamplona, en Bilbao y, esta última, en Barcelona. Así lo expuso Marita Rodríguez en el breve saludo de bienvenida. A continuación, con emoción, mencionó el reciente fallecimiento del artista y activista Agustín Ibarrola, una entrañable persona a quien la Tolerancia estará siempre agradecida, dijo, por su defensa incansable de la verdad, la libertad y por “la deferencia que siempre mostró para con nosotros”. Pidió un aplauso de homenaje para él.
La Asociación por la Tolerancia hace una buena labor didáctica por este medio, combatiendo con perseverancia el “relato” que los herederos de ETA y el nacionalismo vasco tratan de colar en la sociedad española: ETA no sería más que el producto de un supuesto “conflicto” entre España y Vascongadas. Este falso relato recibió un espaldarazo de Rodríguez Zapatero al rescatarla -estando ya vencida policial y judicialmente- para convertirla en un interlocutor político válido. Algo semejante se está reproduciendo -sin terrorismo- en Cataluña con el independentismo derrotado. En este caso, el rescate ha venido de la mano de Pedro Sánchez.
El primer documental exhibido ayer, Sin libertad. 20 años después, se vale de un original recurso narrativo: recupera las imágenes de otro trabajo anterior, Sin libertad, en el que Iñaki Arteta, productor y director, entrevistó a un nutrido grupo de familias de víctimas de ETA, para poner al descubierto el dolor, la desolación y el abandono en el que quedaron las familias de las personas que fueron objeto de la crueldad y el sinsentido del terrorismo etarra. Para hacerlo, reúne a un grupo de estudiantes de periodismo de distintas zonas de España y les invita a entrevistar de nuevo a algunas de las mismas familias, veinte años después. De este modo consigue cubrir un doble objetivo, reactualizar el trabajo de denuncia anterior, por una parte, e introducir a jóvenes, para quienes el terrorismo ha estado ausente de sus vidas, en el descubrimiento y la concienciación de sus terribles efectos.
El debate que siguió a la proyección fue un coloquio entre Carlos Basté, presidente de la Asociación e Iñaki Arteta. El diálogo fue distendido y rico. Iñaki fue invitado a hablar de su proceso creativo y de los detalles de la selección de los estudiantes, de las reacciones de los entrevistados al serles solicitada por segunda vez su colaboración, de las diferencias entre “historia” y “memoria”, de la licitud de la violencia,… Iñaki Arteta demostró con creces, no sólo su talento como creador, sino una mente conceptualmente muy bien armada y una percepción aguda de la realidad y los problemas de las sociedades contemporáneas y, en especial, la nuestra.
El público, algo más escaso de lo habitual por efecto de la magna manifestación en Madrid, aplaudió con ganas tanto la proyección como el debate. El segundo trabajo, que cerraba la jornada y el Ciclo mismo, fue el documental Las buenas sombras, producido por Cristina Cuesta, desde la Fundación Miguel Blanco, con la colaboración de la FVT, el Centro Memorial de Vitoria, la Comunidad de Madrid y el Gobierno de España. La dirección corría a cargo de Felipe Hernández Cava, que ha participado con frecuencia en otros ciclos anteriores con su sabiduría enciclopédica y sus trabajos.
Las buenas sombras, narra el drama de unas víctimas del terrorismo etarra que no ocupan la primera página de los medios de comunicación, por lo que parecen no haber existido y son desconocidas para la ciudadanía en general. Se trata de los escoltas (las sombras) de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado o de las empresas privadas de seguridad. Desgrana de forma meticulosa las circunstancias de cada atentado con la voz grave y firme del propio director. El resultado es sobrecogedor. El visionado remueve las entrañas y hace crecer a cada paso la indignación en nuestro interior. Un verdadero revulsivo.
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