Desconozco sí, detrás de todo, realmente hay una campaña de marketing para ponerlo en valor.
Desde luego no cabe duda que es merecido sacarnos el sombrero ante el machacón bombardeo informativo afecto al Valle de los Caídos y, por consiguiente, la publicidad de dicha ubicación.
Ser noticia a diario hace entendible que se incremente la asistencia de público y curiosos, con unos porcentajes de mejora en línea y proporción con la campaña mediática en marcha.
Tanto es así que, como es comprensible si aguantas viendo la tele media hora, durante la reciente estancia vacacional con la familia en Madrid se pactó incluir, entre los diferentes destinos capitalinos obvios, una escapada al publicitado Valle.
Lo cierto es que casi nos sentíamos obligados, siendo imperdonable desmarcar del programa de visitas el que ahora es el «Top one». Supongo que nos pasó igual a muchos porque había colas para entrar.
Es curioso porque, yendo tantas veces como hemos ido a Madrid, hasta la fecha en ningún momento se habló de dicha excursión, convirtiéndose este año en un reclamo de máxima expectación para todos.
La asombrosa acogida doméstica tuvo su reflejo también, de un modo equivalente, al vislumbrar el conjunto arquitectónico desde la autovía a La Coruña.
Fue muy divertido el trayecto final en coche, sobretodo cuando a escasos kilómetros del destino vimos la salida a la población de Galapagar, municipio que quedará ligado al famoso palacete «low cost» (para el comprador) que imagináis. No daré detalle de los numerosos comentarios al respecto y de la proximidad de uno y otro lugar.
Me pareció un sitio muy accesible y próximo a la urbe madrileña, a la par que espectacular, haciéndolo un lugar de visita recomendable.
Estuve buscando todo lo que justificaba el chismorreo y lo cuestionaba, pensando que el sitio iba a ser el colmo de los colmos y, para mi sorpresa, creo que hay mucho de postureo y de mercadotecnia electoral en las decisiones que afectan a dicho espacio y quienes descansan en él.
Salvando dos escudos de la época en los frontales (evidentes por ser como digo una construcción de aquel momento), no vi nada raro. Numerosas alusiones al descanso de todos los que murieron por España, entendiendo que todos los que lucharon en la Guerra Civil fue por ella, cada cual con su perspectiva y, sinceramente, lo de las dos sepulturas y todo el trajín que se traen lo considero desproporcionado y fuera de lugar.
Por tanto, dejando de lado el interés electoral de los que nos gobiernan, considero que nos convendría dejar descansar a los muertos y preocuparnos por combatir a los que están muy vivos y nos preparan un otoño caliente separatista. Ese sí que es un problema real.
La pena es que, para Pedro y Pablo, esos vivos no son un problema, máxime si han sido los artífices y benefactores para que tengamos el gobierno que tenemos en España.
Por Javier Megino
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