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El Catalán Opinión

Artículo sexagésimo primero: “fariseus”

Por Ángel Mazo
martes, 22 de enero de 2019
en Opinión
5 mins read

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Concretaba algo la semana pasada, sobre el origen sectario de San Pablo y la relación de Jesús con samaritanos y fariseos. El diccionario de la RAE nos dice que “fariseo” es un término que, además de referirse a los miembros de aquella secta judía de alrededor de principios de nuestra era, significa “hombre injusto, cruel e inhumano”. No llego yo a tanto cuando hago odiosas comparaciones como las que seguirán en este artículo, entre otras cosas porque ya dice también la RAE que es ésta una acepción en desuso; me quedo, pues, con la más conocida de “hombre hipócrita”, que cita a continuación. “Hipócrita” es un adjetivo que ya me he visto en la necesidad de utilizar otras veces para calificar a los líderes independentistas de mi tierra a causa de sus contradictorias declaraciones y actuaciones.

Por causas como las que expondré a continuación, siempre me he sentido tentado a verles como unos fariseos (“fariseus” en catalán, de ahí el título que se me ha ocurrido para hoy). Es en esta lengua como, durante tiempo, me ha gustado llamarles fariseos en mis adentros; y si no he querido hacerlo antes “negro sobre blanco” es porque no quería mostrarme obseso ni exagerado sin opción a explicarme inmediatamente. Pero, para no dar puntadas sin hilo, me autoimpuse la obligación de aclarar esta manía o abandonarla para siempre. ¿Cómo? Escribir en un papel lo que uno piensa como si lo fuese a leer otro –incluso aunque no se tenga la intención de mostrarlo-, suele ser el mejor modo de aclarar las ideas; así me lo recomendaron hace mucho y sigo agradeciéndolo.

No obstante, antes de escribir mis porqués, quise averiguar algo más; fue cuando acudí a la RAE para confirmar las acepciones que ya he citado, y también cuando leí que determinados eruditos consideran que la palabra “fariseo” viene del hebreo “perusim”, que significa literalmente “segregado, separado, separatista”… (¡oh, sorpresa!);  intuí entonces que me iba a ser harto difícil abandonar la idea…

Pero, ¿de dónde me viene a mí esta manía de asociar mis conceptos acerca de los fariseos, con los que tengo de los líderes independentistas catalanes?. ¿Qué sé yo de aquéllos para recordarlos cuando observo a éstos?. ¿Cuál es la vertiginosa cadena de chispazos mentales que me lleva de unos a otros?. Me propuse listar, en cualquier orden, los detalles que se me ocurriesen, completar el trabajo con los que pudiese leer en fuentes fiables, tachar luego -más sosegadamente- los que no estimase tan procedentes y transcribirlos a un artículo para dárselos a conocer a usted. Salieron más de los que pensaba (quizás debiera leer menos…); éstos fueron los que quedaron al final:

  • Los fariseos constituyeron un movimiento político y también social.
  • Su comportamiento era muy sectario (ya hablé de su trato a los “provincianos y simplones” samaritanos).
  • Basaban su actitud en la exclusión (al revés que Jesús) a causa de los prejuicios reinantes de secta y raza.
  • Pese a todo, lograron un gran número de adhesiones (excesivo para el juicio moral e histórico) dado el enorme esfuerzo que dedicaban a hacer prosélitos. Movilizaban masas.
  • Impusieron un estilo de pensamiento ciertamente incómodo para cualquier no ortodoxo de la época. Pocos “no-fariseos” se atrevían a denunciar la ortodoxia dominante para no caer en desgracia entre la gente.
  • En su mayoría eran hombres de negocios, una burguesía poco en contacto con la clase popular.
  • Entre ellos había también muchos sacerdotes.
  • Tuvieron su propia rama violenta en los zelotas.
  • Concedían excesiva autoridad a las tradiciones.
  • Siempre andaban a vueltas con la ley, para exigir a otros su cumplimiento o incumplirla ellos. Gustaban asimismo de bordearla, y ocultaban al pueblo las partes que no interesaban. La seguían en ciertos detalles sin atender ni obedecer su espíritu general.
  • Les importaba más el rito que el contenido (lavaban más sus manos que su corazón) y más el eslogan de turno que el razonamiento. Eran capaces de disputar vivamente por cuestiones menores de observancia exterior.
  • Se hacían notar entre la gente con su atuendo de modo que se les pudiera distinguir con facilidad: túnicas y flecos largos, filacterias anchas, etc…
  • Se escandalizaban de modo notorio o teatralizado rasgándose en público las vestiduras.
  • Querían los primeros puestos de las sinagogas.
  • Hablaban más que obraban. Cuando obraban, lo hacían de modo que se les viera bien. Pero luego eran perjuros, además de hipócritas.
  • Se manifestaban muy convencidos de sus regates dialécticos y natural astucia.
  • Eran muy orgullosos.
  • Permanecían desatentos ante la necesidad ajena.
  • No tocaban siquiera las cargas que hacían colocar sobre los hombros de otros.
  • Se enorgullecían de ser justos (a menudo, sólo a sus propios ojos).
  • Ayunaban; se complacían en que se supiera que ayunaban.
  • Colaban el mosquito pero tragaban el camello.
  • Amaban el dinero (y eran partidarios del pago del diezmo).
  • Daban limosnas ostentosamente, pero reclamaban reconocimiento “por ser solidarios”.
  • Rehusaban arrepentirse y preferían mantenerse ciegos espiritualmente.
  • Eran ásperos e injuriosos en las controversias.
  • De espíritu estrecho; sospechosamente seguros de sí mismos. Infalibles, impecables, pedantes.
  • De modales ridículos, que hasta hacían sonreír.
  • Conseguían engañar al pueblo pero generaban antipatía en las personas sanas.

No sé si, al leer (o releer despacio) mi lista, habrán desfilado por su cabeza, amigo lector, recuerdos similares a los que desfilan por la mía, de determinadas actuaciones, declaraciones, debates públicos, imágenes de televisión; miedos y silencios; tumultos callejeros; presencias en cabeceras de manifestaciones masivas autorizadas pero ausencias en las cabeceras de otras no autorizadas y ante cargas policiales; cruces y lazos; malversaciones; sotanas y otros hábitos, ayunos voceados desde cárceles y monasterios; perjurios, argucias legales, orgullosas astucias; voluntarios, “esteladas” túnicas, eslóganes; cuestiones sociales desatendidas, escandalizados y teatralizados victimismos, solidaridades y desequilibrios fiscales; consentidas cegueras intelectuales;  asperezas en el trato e injurias, arrogancias; ridículos, alguna corona de espinas, algún escupido (real o simulado); carencias en materia de salud mental, generación de ciertas antipatías y hartazgos…

“¡Bah!, -me dije- no puede ser; recuerdos así deben ser de naturaleza subjetiva, estoy dando cancha a mis obsesiones”. Pero me recordé a continuación que no soy el único obsesionado, hay quien tiene fijación por las cruces (como los fariseos cuando gritaban: “¡Crucifícale, crucifícale!”, y después: “Que se salve a sí mismo y baje de la cruz”). Lo de la “raza de víboras” me recordó el anagrama de ETA y ciertas connivencias, y lo de los “sepulcros blanqueados” me transportó a ciertos cementerios y osarios. “Acuéstate, que te estás mareando…”, me dije. Lo hice.

Soñé con el fariseo que subió al templo a la vez que un publicano y, en su oración, agradeció a Dios “no ser como el resto de los hombres”. El publicano, a distancia (quien, por cierto, oraba al mismo Dios), se confesó pecador y fue el que volvió justificado. También soñé que imponía mis manos sobre la cabeza de alguno y decía “¡Ephethahh!” (“ábrete”, en hebreo), sin lograr el más mínimo efecto. Al despertar, se me apareció San Buenaventura y me repitió esta frase suya: “Pharisaeus (…) se reputant bonos; et ideo non habent lacrymas compunctionis», (los fariseos se consideran a sí mismos buenos y no tienen, por tanto, lágrimas de contrición). Me reafirmo: “son uns fariseus”.

Por Ángel Mazo

[campana]


TV3, el tamborilero del Bruc del procés

Sergio Fidalgo relata en el libro 'TV3, el tamborilero del Bruc del procés' como a los sones del 'tambor' de la tele de la Generalitat muchos catalanes hacen piña alrededor de los líderes separatistas y compran todo su argumentario. Jordi Cañas, Regina Farré, Joan Ferran, Teresa Freixes, Joan López Alegre, Ferran Monegal, Julia Moreno, David Pérez, Xavier Rius y Daniel Sirera dan su visión sobre un medio que debería ser un servicio público, pero que se ha convertido en una herramienta de propaganda que ignora a más de la mitad de Cataluña. En este enlace de Amazon pueden comprar el libro.

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