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Kant no es asesor en Moncloa

"Pedro Sánchez no estará de acuerdo, pero le vendría muy bien (y a nosotros) deshacerse de un buen número de asesores e incorporar algún filósofo a cambio".

Por Ángel Mazo da Pena
sábado, 25 de octubre de 2025
en Opinión
4 mins read
Kant

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La filosofía nos sirve para aprender a pensar y, como consecuencia, conducirnos moralmente mejor y resolver nuestros problemas con más probabilidad de éxito. Esto resulta crítico en el caso de los gobernantes, al ser mucho mayor el número y la complejidad de los problemas a que se enfrentan.

No sé qué filósofos concretos serán más populares en nuestro Gobierno. Me temo que podríamos llevarnos grandes decepciones si lo preguntáramos (y sospecho que varios ministros pretenderían acogerse de inmediato a algún extraño derecho para guardar silencio). No lo sé, pero estoy seguro de que en Moncloa se desconoce a Immanuel Kant o no se le hace ni puñetero caso, una de dos. Si me centro en su legado de filosofía moral, observo a diario un pavoroso contraste con lo que llamamos “sanchismo” (ya una verdadera imprecación). Veamos:

Empezaré por lo primero: lo de “aprender a pensar”; bueno es recordar (aunque sea esquemáticamente) que Kant recomendaba tres máximas: 1- pensar por uno mismo (estar libre de prejuicios), 2- pensar en el lugar de cada otro (adoptar puntos de vista universales), 3- pensar siempre de acuerdo con uno mismo (ser consecuentes). Tristemente, no veo que el sanchismo cumpla nada.

En primer lugar, me resulta fácil constatar prejuicios como el del guerracivilismo (desde Zapatero), que lleva al enfrentamiento entre los nietos de los que ya se habían perdonado y abrazado; el del pánico a la tan democrática alternancia en el poder, que lleva al establecimiento de cordones sanitarios, levantamiento de muros y campañas electorales del miedo; el delirio de persecución, que lleva a ver bulos en todo lo que diga el adversario político y a ejercer “oposición a la oposición” en lugar de gobernar; la resistencia a la más mínima autocrítica, que lleva incluso al negacionismo o minimización de los casos de corrupción que nos tienen hoy en vilo, etc.; por resumir: constantes e inadmisibles muestras de sectarismo.

En segundo lugar, si analizo cómo y cuánto “el régimen” actual se pone en el lugar de los demás, para no sentir un salto al vacío he de considerar que “los demás” son sólo los socios parlamentarios de partidos separatistas (el tan dialogante Gobierno de España dialoga únicamente con quienes pretenden destruir España; ya saben, dialogar consiste en ceder y esperar -al próximo chantaje-). Dar saltitos de alegría incontenida en la calle Ferraz gritando “¡Somos más!” cuando no se han ganado unas elecciones, demuestra escaso talante democrático, sectarismo bastardo y nula intención de “gobernar para todos” (como típicamente promete, en todo el mundo, quien las gana, cumpla o no cumpla luego).

En tercer lugar viene lo de ser consecuentes. Me da pereza repetir una vez más la retahíla de casos que tan bien conocen ustedes (“no pactaré con Bildu”, “la amnistía es inconstitucional”, etc., etc. ¿para qué seguir?). Pero la incoherencia que, por su naturaleza conceptual, juzgo más grave es la que ya critiqué aquí hace poco (mencionando al muy lúcido y poco facha César Alonso de los Ríos): la abominable traición de la izquierda a España y a sí misma.

Aparte de sus recomendaciones sobre cómo pensar, Kant nos transmitió su aversión a la mentira (añadiendo a ella esos hipócritas cambios de opinión, las medias verdades y las calculadas reservas mentales). El sanchismo sigue mintiendo, pero ya sin engañar, ni a usted (que no necesita que ponga ejemplos), ni a los socios con quienes digo que dialoga (que tampoco), ni ya a la OTAN, ni a la UE… Y sabiendo que no engaña, sigue mintiendo…; es pura desvergüenza.

Kant aconsejaba también a los cargos públicos distinguir adecuadamente los asuntos privados de los propios de su posición. Son (ya) innecesarios los detalles generales y son (todavía) judicialmente presuntos los detalles concretos. Omito, pues, todos.

Kant juzgaba saludable atribuirse enteramente a uno mismo los males originados por el uso impropio de la razón y no culpar de ellos a la Providencia, actitud ésta equiparable a la de culpar de todo a la derecha y la extrema derecha cada vez que se abre la boca para hablar de lo que sea…

Todo es imagen, postureo, simular buen hacer y tranquilidad de conciencia; eso convence mucho a la parroquia, genera disciplina lanar. Pero Kant decía que es absurdo causar daño y quedarse tranquilo, y Hannah Arendt nos abrió los ojos a la banalidad del mal y explicó cómo fue posible que tantos malvados nazis tuvieran muy tranquila su conciencia también; como cualquier psicópata, ¿me explico?

No obstante, lo más conocido de Kant es su “imperativo categórico”, el sentido del deber por el deber mismo, sin tender al beneficio personal mediato ni inmediato. Pues resulta que el deber de todo gobernante es procurar el bien común, no el del partido (que no hay que confundir con el Estado), ni el propio, ni el de los amigos, hermanos o cónyuges.

Otro día hablaré del mal que Kant no pudo ni imaginar en un gobierno sobre: respeto a la ley y al Estado de derecho, colonización de instituciones, relaciones con las Cortes, presupuestos generales, currículos falsos, plagios de tesis doctorales, sobres con billetes, enchufes a prostitutas, ataques a jueces y demás. ¿Me faltará papel?

Pedro Sánchez no estará de acuerdo, pero le vendría muy bien (y a nosotros) deshacerse de un buen número de asesores e incorporar algún filósofo a cambio; la Moncloa ganaría en claridad de juicio y rectitud de intención. Yo le propondría a Kant, como ya imagina usted. ¡Sapere aude!, (¡et libera nos, Domine Deus noster!).

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Etiquetas: FilosofíaKantPedro Sánchez
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