La Resistencia al separatismo merece, en todas sus manifestaciones cívicas, todo nuestro reconocimiento por su defensa de la democracia y los derechos civiles. Son sus miembros los que han impedido que los partidos, como acostumbra a pasar en política, escurran el bulto.
Durante años centenares de ciudadanos libres de nacionalismo se dedicaron, noche tras noche, a eliminar de las calles y de los ayuntamientos los símbolos separatistas que excluían a más de media Cataluña, la no independentista.
Han sido perseguidos por alcaldes fanáticos, acosados por algunos agentes de los Mossos d’Esquadra y policías locales con vocación de policía política y estigmatizados por unos medios de comunicación aliados de los radicales independentistas que queman contenedores y agresivos con los que eliminaban la propaganda excluyente de la vía pública.
La última muestra la tuvimos hace unos días cuando en TV3 fue entrevistado un presunto escritor que ha publicado un libro en el que invita a ‘señalar’ los domicilios de los que él y los suyos definen como “fascistas”, entre ellos los que quitan lazos amarillos de la vía pública.
La Cataluña libre de nacionalismo está dispuesta a luchar para evitar que les convirtieran en extranjeros en su país, y por mantener sus derechos como ciudadanos. Y los miembros de la Resistencia que trabajan para evitar que el totalitarismo independentista siga avanzando merecen nuestro respeto.
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