“Plures homines non tam sunt populus, quam componunt unum populum” (Suárez, Disputaciones metafísicas, disputación 13): “varios hombres no son un pueblo sino que componen un pueblo”. Es decir, los pueblos no tienen entidad, son una composición, un agregado de hombres. Son los hombres los que tienen entidad.
El nacionalismo es la ideología que sostiene que existen los pueblos, como unidades nacionales y que a cada pueblo le corresponde una unidad política, un Estado-nación.
Pero ¿qué es un pueblo? Desde Aristóteles, y Suárez nos lo recordó, sabemos que no existen entidades colectivas, sólo existen los seres individuales. Una entidad colectiva es o un ente de razón (una ficción) o un modo de referirse a agregados formados por entes individuales. Pero el nacionalismo quiere dotarle a lo colectivo de sustancia. Un ente colectivo con todas las prerrogativas del ente individual. Por esta falta de información filosófica se llega a la aberración del pueblo-cosa. El siguiente paso es negar el ser a los entes individuales. Éstos ya no existen porque son agregados del todo, el pueblo (un sol poble).
En lugar de ser el pueblo un agregado ficticio resultante de la abstracción del ser individual de los entes tenemos aquí una inversión: son los individuos un ente derazón, una abstracción del verdadero ser que es el pueblo. Las consecuencias políticas ya se
presienten con esta chapuza: el pueblo tiene derechos, el individuo no. Es más, los individuos, por el hecho de existir, por el hecho de declararse existentes, diferenciados, son un enemigo del pueblo.
Esta concepción del pueblo-sustancia, la nación, deriva de una concepción naturalista. El ser no es ontológico, sino físico. Se objetualiza al ser. Al perderse la dimensión ontológica, ser es ya sólo lo que tiene materia, entendida como magnitud pura de la pasta común universal, la “naturaleza” de la física moderna. No es de extrañar, por tanto, que el nacionalismo racista de Maurras y Barrés se fundara en el positivismo de Comte, como Prat de la Riba. El materialismo naturalista es la antesala del materialismo biológico o racismo. El poble es la entidad biológica, tan natural, y ahistórica, como montañas o piedras, y única realidad.
Igualitarismo, populismo, es la consecuencia política de sostener que solo hay entes colectivos, no individuales, la consecuencia de apuntarse al materialismo dialéctico o al materialismo biológico. Todo ha de ser uniforme, homogéneo. El “derecho” colectivo debe imperar sobre los individuos.
¿Reacción? Acabar con el Estado-nación. Un Imperium global federativo, con más derecho
internacional objetivo, menos chiringuitos autonómicos y parlamentarios, y organizado por arriba por una tecnocracia selecta y por abajo por ciudades-Estado sin fines colectivistas, pero con metas meritocráticas y humanistas. Así destruimos lo que Nietzsche llamó “la bestia astada del nacionalismo”.
Javier Izquierdo. Filósofo
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
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