Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) atraviesa uno de sus peores momentos internos. La Federación de Barcelona, un bastión clave, acaba de sufrir una dimisión en bloque. Ocho de sus trece miembros de la Permanente han presentado su renuncia de forma inmediata.
Esta deserción masiva obliga a la formación separatista en la capital catalana a convocar un congreso extraordinario. Dicha cita deberá celebrarse en el plazo máximo de un mes, lo que precipita una crisis de liderazgo en la capital catalana.
La causa de esta profunda fractura es la protesta abierta contra la presidenta de la Federación de Barcelona, Creu Camacho. Camacho ganó unas primarias hace apenas seis meses, pero su mandato ha estado marcado por la polémica interna.
Al menos ocho dirigentes han formalizado su salida con un comunicado demoledor. Entre los dimisionarios figuran nombres relevantes como Miquel Colomé, secretario general y número dos de la propia lista de Camacho, y la concejala barcelonesa Rosa Suriñach.
Acusan a la presidenta de practicar una «estrategia propia y no consensuada». Sostienen que Camacho adoptaba «decisiones unilaterales» que contradecían acuerdos previos y la línea fijada por el equipo directivo saliente. El centro de la crítica radica en la supuesta «subordinación» de la federación a los intereses del grupo municipal. Señalan directamente a Elisenda Alamany, líder de ERC en el Ayuntamiento, por absorber el poder orgánico.
La denuncia es grave: la dirección de Barcelona habría sido apartada del papel de las bases que, precisamente, la eligieron. La sensación de haber perdido la voz ante los intereses del aparato municipal es evidente. Este cisma subraya la pugna de poder entre las distintas facciones de ERC. Camacho ganó las primarias siendo muy crítica con la cúpula nacional por el preacuerdo que intentó cerrar Alamany para entrar en el Gobierno de Jaume Collboni (PSC).
La crisis evidencia el desgaste de ERC en su gestión y en la dificultad para alinear sus intereses institucionales (estar en el poder) con las demandas de sus bases militantes. Una fractura interna que compromete seriamente su futuro político en la capital catalana.
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