El riesgo que Pedro Sánchez ceda las competencias de fronteras e Inmigración a los partidos separatistas catalanes sería un movimiento de extrema irresponsabilidad. Entregar el control de la seguridad nacional a formaciones instaladas en el odio a España es una auténtica bomba de relojería que dinamita el Estado.
Estos movimientos políticos no se mueven por la lógica del progreso o el interés general del país. Su única obsesión es la de construir su fantasiosa ‘República catalana’. No dudarán en utilizar estas nuevas y peligrosas atribuciones para sus fines excluyentes, poniendo en riesgo la convivencia.
Ya hemos visto el catastrófico resultado de la política migratoria que, de facto, ha impulsado la Generalitat. Su estrategia ha sido la de importar mano de obra de países musulmanes, mientras se dificultaba la llegada de inmigrantes hispanohablantes. El objetivo era alterar el equilibrio demográfico y lingüístico.
Las consecuencias de esta política de ingeniería social son palpables. Se ha facilitado la creación de guetos islámicos de tono radical en varias ciudades catalanas. Un problema de seguridad y cohesión social que se agravaría si los independentistas tienen más poder de decisión.
Pedro Sánchez está actuando como un auténtico dinamitador de la España que conocíamos. Esta cesión no busca mejorar el país, sino asegurar su permanencia en la Moncloa. El líder del PSOE está hipotecando la soberanía nacional por mero cálculo electoral.
El objetivo real de formaciones como ERC, Junts o Aliança Catalana nunca ha sido mejorar el nivel de vida de todos los españoles. Su visión es supremacista: desprecian al resto de España y se consideran moral e intelectualmente superiores.
Sánchez, si llevara a cabo esta cesión, estaría alimentando la política del resentimiento que enarbolan estos partidos. Les otorgaría herramientas de Estado para que sigan profundizando en la división y la exclusión, utilizando las instituciones para fines inconfesables.
Es imprescindible que la opinión pública y el resto de las fuerzas políticas sean conscientes del peligro inminente. La cesión de fronteras no es un mero traspaso administrativo. Sería la entrega de la llave de nuestra seguridad a quienes tienen la hostilidad hacia España como bandera.
La irresponsabilidad del Gobierno socialista sería histórica. Permitiría que el separatismo avanzara en su proyecto de segregación, a costa de la seguridad y la identidad nacional. El coste a largo plazo para la unidad y la convivencia sería incalculable.
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