Británico y judío, el historiador Tony Judt murió el 2010 con 62 años de edad, víctima de una esclerosis lateral amiotrófica (enfermedad conocida como de Lou Gehrig, el gran mito del béisbol que Gary Cooper llevó a la pantalla; la película El orgullo de los Yankees, de Sam Wood).
En su libro El refugio de la memoria, escrito cuando tenía todo el cuerpo paralizado, salvo la cabeza, declaró que entre los 15 y 21 años de edad fue un agente sin sueldo del laborismo sionista, y que en un período de servicio militar en los Altos del Golán tuvo experiencias que le llevaron a desconfiar de las políticas de identidad en todas sus formas, sobre todo de la judía.
En otro libro póstumo, Algo va mal, el profesor Judt sabía que la vida en comunidad es mucho más sencilla cuando cada uno parece estar de acuerdo con los demás, pero la conformidad tiene un precio. Creo que en esto todos concordaremos.
Ahora bien, Tony Judt sostenía algo que hace reflexionar: “Un círculo cerrado de opiniones o ideas en el que nunca se permiten ni el descontento ni la oposición –o solo dentro de unos límites circunscritos y estilizados- pierde la capacidad de responder con energía e imaginación a los nuevos desafíos”.
Miquel Escudero
[campana]
no recibe subvenciones de la Generalitat de Catalunya.
Si quieres leer nuestras noticias necesitamos tu apoyo.