En este 2017 que acaba se han cumplido 75 años de la muerte del joven poeta Miguel Hernández, quien murió con 31 años de edad. Había sido condenado a muerte por el Régimen del ‘18 de julio’, pena que le fue conmutada por la de treinta años de cárcel. Cuando sólo tenía 24 hablaba de su corazón con canas, un corazón que ya era maduro y que imaginaba que algún día se pondría el tiempo amarillo sobre su fortuna. Lo escribió en El rayo que no cesa.
A sus compañeros del alma les dijo que tenían que hablar de muchas cosas: gozar y no morirse de contento, sufrir y no vencerse en el sollozo. Hace unas semanas Cultura/s, dirigida por Sergio Vila-Sanjuán ha ofrecido la primicia de un inédito del poeta alicantino, una elegía a la muerte de su amigo Manolo, ‘aguador ahogado’. En él, Miguel Hernández sostenía: “cuenta con mi dolor, cuenta conmigo, y con mi corazón, y con mi lengua, cuenta con un puñado de lágrimas y tierra, cosechero que fuiste del estrépito, privilegio acabado de la vida”. Por encima de todo, la verdadera calidad humana.
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