El adjetivo ‘intelectual’ corresponde, según la RAE, a alguien “dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras”. Su aplicación comenzó en la Francia de finales del siglo XIX, a propósito del caso Dreyfus y arrancó con un carácter despectivo. El escritor francés Julen Benda, de origen judío, publicó en 1927, a punto de cumplir los 60 años de edad ‘La trahison des clercs’, traducida al español como ‘La traición de los intelectuales’ (‘clerc’ viene a significar clérigo, secretario o empleado). Benda dijo de este libro que sólo alguien como él que no significaba nada desde el punto de vista social, lo podía concebir.
El matiz escogido de ‘clérigo’ suponía una persona docta que rebate lo arbitrario y que se da por enterado de que no hay nada que hacer con los mundanos, la gente que renuncia a la verdad y a buscar lo esencial. Benda sostiene un ideal al servicio de la renuncia y el desprecio de la vida mundana, en especial, la del dinero y los honores.
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