Es evidente que entre nosotros, los catalanes, el bilingüismo es el «hecho diferencial» que conviene cultivar: es libertad y fraternidad. Leo el último libro de Javier Toledano, «Demens Catalonia» (Biblok), un autor de varias novelas y alguna pieza teatral que ahora publica un «breviario clínico del nacionalismo en 125 electrochoques». Es divertido y de recomendable lectura. El buen humor inteligente nos ayuda a vivir y soportar del mejor modo lo intolerable. Y esto, no se olvide, facilita llegar a deshacernos del yugo de la opresión.
Para evitarse problemas, son pocas las familias que reclaman el bilingüismo que marca la ley para la educación y que es sistemáticamente vulnerado. Con cinismo, las autoridades hablan de la gran aceptación social de la inmersión lingüística, «un modelo de éxito». Pero, tarde o temprano, habrá un retorno a la realidad. Toledano sostiene que la emersión se impondrá a la inmersión. Y la emersión no es más que la salida a la superficie de lo reprimido, la epifanía de algo o de alguien con que no se contaba.
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