Nacido en 1891, Antonio Gramsci es uno de los legendarios fundadores del PCI. De salud frágil, creció en medio de enormes penalidades. Con indomable afán de superación completó sus estudios universitarios de Letras. Se orientó hacia el periodismo y la lucha política, llegó a ser diputado. En 1926, el régimen fascista le condenó a veinte años de cárcel, en ella escribiría unos célebres cuadernos con análisis juiciosos, variados e inteligentes. Murió con 46 años de edad, invadido por varias enfermedades. Su huella política es grande.
En Pasado y presente (Gedisa) cita a menudo a Cervantes, siempre en español. Intelectual y político, Gramsci reflexionaba sin trampas. Sabía que Goethe afirmó que “la reflexión amplía, pero debilita; la acción vivifica, pero limita”.
Gramsci sostenía que el demagogo se considera a sí mismo insustituible (¿tenemos algún nombre en mente?) y que al concepto de libertad le debe acompañar el de responsabilidad; la única libertad digna de este nombre no es la de satisfacerse con arbitrariedad, sino la de ser responsable, con sentido universal.
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