Ejercer de chivato lingüístico en Cataluña tiene premio económico. La obsesión del independentismo por perseguir el uso social del español es tan acusada que, si te dedicas a acosar en redes a los comercios que atienden a los clientes en castellano, o a espiar en que lengua hablan los niños en los patios de los colegios – por supuesto, sin avisar a los padres o a los profesores –, nunca te faltarán unos milloncejos de dinero público para seguir expandiendo la hispanofobia.
En estas lides Plataforma per la Llengua es líder absoluto. Esta entidad hace años que es generosamente regada por las administraciones controladas por los secesionistas, comunes o socialistas Y es que estar peinando continuamente las redes sociales en busca de radicales insatisfechos a los que ayudar porque un camarero, o una panadera, atienda en español, en España, es muy laborioso.
En la Cataluña postprocesista siempre habrá un buen cheque para aquellos que sigan a pie juntillas la agenda lingüística de PSC, ERC, Junts o la CUP. La ‘sociedad civil’ que controla el independentismo nunca tiene problemas de recursos. Ni los tendrá mientras haya un Pedro Sánchez en Moncloa, y un Salvador Illa dirigiendo el PSC, bien dispuestos a echar una mano.
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