En la historia del Espanyol ha habido un presidente que ha cogido el timón del club en dos momentos agónicos de nuestros 124 años de vida. Fue Josep Fusté, que era tan buen hombre y tan gran perico que se le conocía como ‘San Josep Fusté’.
Estuvo en el puente de mando cuando nadie quería serlo, tras los dos primeros descensos a Segunda, y en ambos casos supo revertir la situación y garantizar la supervivencia del RCDE. Fue a inicios y finales de la década de los sesenta, una época tumultuosa, pero que gracias a su trabajo y decisión la superamos.
Ese es el espíritu que hemos de tener todos los espanyolistas. El espíritu de servicio, el preguntarnos que podemos hacer por el Espanyol, y no el Espanyol por nosotros. El querer trabajar desinteresadamente para que el club mejore y crezca. El trabajar para que esta causa maravillosa que es que el Espanyol sea cada día más fuerte y tenga más apoyos.
Hay mil formas de colaborar, no haremos aquí una lista, pero seguro que cada uno de nosotros sabe como poner su granito de arena para construir un RCDE mejor. Y si se hace en una época difícil mucho mejor que si se hace cuando el equipo va bien y soplan los vientos a favor. Los pericos estamos hechos de una pasta especial, ahora solo falta que se nos note más.
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