La entidad secesionista Òmnium Cultural celebrará el 26 de de febrero una asamblea de socios para cambiar su cúpula. El condenado por sedición indultado Jordi Cuixart dejará la presidencia y cederá el testigo al filósofo Xavier Antich, que incluirá en su junta a una de los periodistas que integran el aparato separatista de propaganda, Mònica Terribas.
Esta entidad, a pesar de sus orígenes franquistas, presume de ser una entidad que defiende la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos, y va dando lecciones a todo aquel que considera que la forma de actuar del secesionismo durante el ‘procés’ es cualquier cosa menos democrática.
De hecho, se arrogan un pasado de lucha antifranquista que es más que cuestionable. En su web oficial se asegura que esta entidad nació “el 11 de julio de 1961, en el punto álgido de los 40 años de dictadura franquista, Òmnium Cultural surgió para combatir la censura y la persecución de la cultura catalana y llenar el agujero dejado por las instituciones políticas y civiles de Cataluña prohibidas por la dictadura”.
Es cierto que fue clausurada, de manera aparente durante 1963 y 1967, por el franquismo, pero siguió funcionando de manera semiclandestina, gracias al perfil de sus creadores, todos ellos ricos empresarios con influencias en el régimen y que aumentaron notablemente sus fortunas durante la dictadura.
Sus cinco fundadores fueron Lluís Carulla Canals, Joan Baptista Cendrós, Fèlix Millet i Maristany, Joan Vallvé i Creus y Pau Riera i Sala.
Lluís Carulla Canals fue un empresario que acumuló una gran fortuna durante el régimen franquista, como propietario de Gallina Blanca. Tenía un perfil de catalanista cultural y político, pero no le hizo ningún asco a prosperar durante la dictadura, cuya complicidad era necesaria para los grandes negocios en aquella época. Los opositores no acostumbraban a enriquecerse durante el franquismo, dado que solían acabar en prisión.
En una época en la que para conseguir una licencia de exportación o poder hacer negocios con el extranjero era imprescindible el apoyo total del régimen franquista, Carulla convirtió a Gallina Blanca en un emporio internacional.
Joan Baptista Cendrós era otro empresario ‘catalanista’ que consolidó su fortuna durante el franquismo, como socio de la empresa Haugrón Cientifical SA, que producía el conocido masaje facial ‘Floïd’, que también consiguió internacionalizar a pesar del férreo control que el régimen imponía al comercio con el extranjero.
Su figura, y sus contradicciones entre el catalanismo y su enriquecimiento durante la dictadura, fueron satirizadas por el grupo teatral Els Joglars en la obra ‘La increíble historia del Doctor Floit y Mister Pla’.
El periodista Arcadi Espada, en un artículo publicado en El Mundo, recordaba que Joan Baptista Cendrós “no tenía problemas a la hora de definirse: ‘Yo soy un fascista catalán’. A sus interlocutores franquistas -Òmnium fue fundada en 1961- la matización del gentilicio siempre les dio mucha confianza. Ya había entonces mucho tercerista. El otro era Félix Millet Maristany, uno de los principales catalanes de Burgos, alistados en el bando franquista, que luchó con pleno éxito contra la República”.
Maristany fue el primer presidente de Omnium (1961-68), y se exilió a Italia huyendo de la República durante la Guerra Civil, y es un hecho, y no una opinión de Espada, que volvió para combatir en el bando franquista. De hecho, su ‘oposición’ al régimen fue tan nula que en 1948 fue presidente del consejo de administración del Banco Popular Español y posteriormente fundó la compañía Hispano Americana de Seguros y Reaseguros (Chasyr).
Joan Vallvé i Creus, otro activista catalanista, era tan ‘mal visto’ por el régimen franquista que en la empresa de la que era director gerente, Metales y Platerías Ribera, se acuñó durante la década de los sesenta la moneda oficial de España, la peseta, en una fábrica en Barcelona. Además, durante la dictadura fue presidente de la Asociación de Ingenieros Industriales de Cataluña y decano del Colegio Oficial de Ingenieros entre 1966 y 1975.
Era cuñado de uno de los propietarios de la empresa, Andreu Ribera Rovira. Este último durante el franquismo fue presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, presidente de la Feria de Muestras, consejero del Banco de España y concejal del Ayuntamiento de Barcelona durante el mandato del alcalde Porcioles.
Pau Riera i Sala es el que puede atestiguar un notable pasado antifranquista, dado que tras la Guerra Civil estuvo exiliado en Argentina hasta 1952, cuando volvió a España. Pero el escritor Javier Pérez Andújar, en un artículo en el diario ‘El País’ (‘Ser español es de pobres’) que tuvo bastante repercusión recordaba como Riera fue “presidente de las empresas Roldán y Seimex (su hermano Rosendo era hombre de confianza de Fèlix Millet padre [Millet Maristany]). Vamos, el cogollito de las 200 familias decisivas”.
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