Podemos se ha dedicado en los últimos años a ser el compañero de viaje de todos los separatismos que hay en España, y está pasando lo más lógico: los votantes prefieren el original a la copia, y puestos a votar en clave nacionalista, se fían más del BNG o de Bildu que del partido de Pablo Iglesias.
La torta que se ha pegado Pablo Iglesias en las autonómicas gallegas ha sido impresionante. Consiguió junto a sus confluencias 14 diputados en las anteriores elecciones, y se han quedado este domingo con un ‘rosco’. Cero diputados en la cámara. Gran resultado.
En las elecciones vascas se han dejado cuatro de sus diez escaños por el camino, y ha pasado de ser una fuerza ganadora, como cuando ganó las generales de 2016 en esta comunidad autónoma, a un partido camino de la irrelevancia. Solo la reedición de un posible tripartito con PSOE y Bildu podría darle un cierto papel institucional que maquillara su desastre electoral.
La izquierda radical española que representa Podemos ha jugado a no ser “española” y sí “amiga” del separatismo. Como consecuencia, ha legitimado el discurso secesionista entre amplios sectores de la izquierda, que ha preferido opciones más rupturistas con el Estado de las Autonomías.
Si Podemos quiere inmolarse, va por el buen camino. Solo le queda hacer en las próximas elecciones autonómicas catalanas la competencia en nacionalismo a la CUP y a ERC, y así conseguirá el desastre integral.
Comentario editorial de elCatalán.es
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