Normalmente, las noches postelectorales son muy parecidas. Hay una alegría expansiva en los diferentes partidos y todos se congratulan de los avances conseguidos, ya sea en escaños, ya sea en votos o en expectativas de coalición que permita gobernar, aunque para ello deban dejarse de cumplir promesas lanzadas al albur de la campaña.
La verdad cotiza a la baja en política. Si apareciera ante un televisor alguien como el Cándido de Rousseau, pura inocencia no contaminada por la civilización y tuviera que decir, después de escuchar a los líderes de los partidos quién ha ganado, le resultaría difícil, casi imposible. Todos dicen que lo han hecho.
Le sería más fácil reconocer a los perdedores. En primer lugar, Ciudadanos. Entristece su agonía. El partido supuso un halo fresco, nuevo, una manera distinta de hacer y decir las cosas. Entre el 2017 y el 2019, estuvo a punto de cambiarlo todo. Algunas malas decisiones, el cainismo y la aridez de la política, que difícilmente ofrece segundas oportunidades, han hecho que, en un periodo de 7 años, hayan perdido 1.000.000 de votos.
Nunca, ni desde sectores del constitucionalismo, ni mucho menos desde el secesionismo, se perdonó la victoria de Ciudadanos en las autonómicas del 2017. Una victoria agridulce, probablemente mal gestionada, pero que evidenció que también había otra Catalunya, que no estaba dispuesta a dejarse arrinconar, que no perecería en silencio.
En estas últimas elecciones autonómicas, cuando los medios se refieren a Ciudadanos, se indica que incluso han sido superados por el PACMA, un partido animalista. Que un profesional como Toni Cruanyas en los primeros momentos del recuento en TV3 hiciera mención de ello es penoso, algo perfectamente obviable, unas gotas de odio informativo.
El otro perdedor de la noche es ERC. Convocar unas elecciones, con motivo de los problemas suscitados en la aprobación de los presupuestos, y perder 200.000 votos y 13 escaños, no es una floritura. Máxime cuando el detonante es la negativa por parte de los Comunes, de aceptar la construcción del parque de ocio Hard Rock Café en Tarragona. Curiosamente, un proyecto avalado en el 2017 por el que fuera vicepresidente de la Generalitat y consejero de Economía, Oriol Junqueras. Éste calificó en su día el proyecto como “sostenible ambientalmente y beneficioso económicamente”, sin especificar para quién.
Después de la debacle, el presidente de la Generalitat Pere Aragonés ha anunciado que no recogerá su acta de diputado y que pasa a un segundo término políticamente hablando. Postura digna, sin duda ayudado por la patada, que los ciudadanos de Catalunya le han propinado a modo de despedida en sus Molt Honorables nalgas, hartos de unos años de gobierno basados en la incompetencia, en la gesticulación y en el victimismo.
Paralelamente, Oriol Junqueras, sin sentirse interpelado por la derrota, comunicó su intención de permanencia en la Presidencia del partido para hacer frente a las disensiones que ya se anuncian. En estos momentos no sabemos si ERC pasará a la oposición crítica, o bien dará cobertura externa al gobierno de Illa, manteniendo la nómina de colaboradores y cargos en la Generalitat, aunque obviamente no haya para todos, y eso es siempre un problema.
Este pequeño artículo escrito ayer noche, ya ha envejecido. En las últimas horas, después de la presión del sector crítico y de la Secretaria General Marta Rovira desde su exilio de lujo en Suiza, Junqueras acepta dimitir después de las europeas. Aunque también anuncia que piensa volver a presentarse en el congreso de ERC del próximo 30 noviembre. “Yo quiero someterme al aval de la militancia. Estoy dispuesto a ayudar. No tengo prisa, pero no quiero renunciar a ello”. Lleva 13 años en el cargo, hay gente que no se va ni con agua caliente.
En realidad, reivindica los galones, por haber pisado cárcel. Tres años y ocho meses, poco más de la cuarta parte de su condena, mientras otros se lo miraban desde un exilio vacacional. Eso tiene que valer algo. ERC está a un paso de recobrar sus viejos hábitos de tensiones y guerras a las que hace años nos tenía tan acostumbrados. Escojan asiento y compren palomitas, promete ser ameno.
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