Òmnium Cultural y la cohesión social

Toda ideología totalitaria que se precie (y el catalanismo ocupa un lugar destacado en la lista) necesita de bandas más o menos organizadas de secuaces que se dediquen a asegurarse que la sociedad sobre la que ejercen su control se vaya uniformando a su gusto y adaptando a lo que la ideología totalitaria de rigor quiere que sea. Como ciudadanos libres tenemos la obligación de, al menos, hacer que les caiga la careta, y defendernos de sus intentos de manipularnos y cambiar nuestro idioma, costumbres o aquello que por su mera voluntad quieran alterar.

Así, con más o menos disimulo, con métodos más o menos sutiles (en el caso del catalanismo cada vez menos), esas bandas de secuaces van imponiendo a los demás su manera de pensar, generando una división entre los que han comulgado con sus ruedas de molino y se han “integrado” en su visión (que, por supuesto, son los buenos) y entre aquellos que, sencillamente, piensan distinto o tienen otra visión de la realidad que no encaja con la suya (los malos, claro). Cuando alguien habla de “cohesión social” y te dice cómo te tienes que “cohesionar”, está claro que estamos ante un totalitario que no tiene demasiado aprecio al Derecho Fundamental al libre desarrollo de la personalidad.

A mi siempre me ha fascinado, y algún día me gustaría preguntar a algún sujeto pensante del catalanismo, porque es malo que el franquismo pretendiese cohesionar España en torno a una visión centralista y uniforme de España y porque es bueno que el catalanismo pretenda cohesionar Cataluña en torno a una visión centralista y uniforme de Cataluña. Yo tengo claro que en ambos casos es una práctica ilegítima y que lesiona el derecho de todo ser humano a desarrollarse como quiera y un ataque directo contra el concepto mismo de libertad, pero, ¿Cómo justifican ellos su diferente visión?

En Cataluña la banda más veterana en estas lides es, sin duda, Ómnium Cultural; bajo un nombre rimbombante, una supuesta imagen de respetabilidad, además de cobijar a un buen número de asalariados (que pueden vivir sin dar un palo al agua, 90 en nómina, según la página web de la banda) y con todo el dinero que la burguesía catalana ha amasado a costa del resto de España (ya sea teniéndola como mercado cautivo, ya sea explotando a toda la gente del resto de España que trabajaban en las fábricas de los fundadores de Ómnium, precisamente y a los que quieren privar ahora de sus derechos), han organizado un auténtico aquelarre que se dedica a repartir carnés de catalanidad y a decidir que es la cultura catalana y que no lo es, y, de paso, a tratar de erradicar todo aquello que no les gusta de Cataluña (o que no cuadre con su imagen fantástica e irreal de una Cataluña convertida en una especie de Portugal mediterráneo).

Aquelarre que, además, se autoerige como una especie de respetable atalaya moral que encarna la bondad universal y ante la que todo aquel que no piensa como ellos se convierte en una especie de mojón ignorante y cavernícola al servicio del fascismo (ya sean sindicalistas, anarquistas, federalistas, liberales, tanto da…).

Así, esta gente fomenta “cohesionar socialmente Cataluña” en torno al catalán y la idea nacional catalana (“cohesionando” a la mitad de Cataluña que no pasa por su aro), ha apoyado la exclusión de los autores en lengua castellana de premios literarios en Cataluña y ferias (cuando no han sido directamente los inductores), ha apoyado la inmersión lingüística y la extranjerización del castellano en Cataluña (pese a ser la lengua de la mitad de Cataluña) e incluso han apoyado con medios materiales y entusiasmo el gatillazo golpista de Puigdemont y compañía (no olvidemos que al célebre jefe de la banda ha sido condenado por tales hechos).

Todo lo que promocionan va encaminado a erradicar cualquier rastro de españolidad (o que no se adapte a su visión totalitaria de Cataluña o tenga que ver con la lengua castellana), y a hacerlo imponiéndolo mediante leyes coercitivas, el uso abusivo e invasivo de las administraciones y la denigración de quien no comparte sus ideas junto con el pisoteo sistemático de los derechos fundamentales de los demás. Ciertamente, sólo dar una vuelta por su página web ya es suficiente para ver ante que personajes estamos.

Por ello, al menos tenemos la obligación de desenmascararles y no permitir que sigan con su retórico rimbombante: no defienden, como dicen en su web y a los cuatros vientos, los derechos fundamentales de los catalanes y la cultura catana; la banda de Ómnium Cultural defiende únicamente el privilegio y los derechos de los catalanes que piensan como ellos (y que tienen una visión monolítica de Cataluña) y defiende únicamente la porción de cultura catalana (la que nos en castellano) que les gusta a ellos. Ya que el Gobierno de España les deja ganar todas las batallas (por no darlas), no dejemos nosotros que ganen la batalla del lenguaje.

Ángel Escolano es el presidente de Convivencia Cívica Catalana

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