Òmnium Cultural nunca participó en las luchas por las libertades durante la dictadura, ni en los primeros años de la Transición. Era una entidad conservadora, fundada por empresarios que se enriquecieron durante el franquismo gracias a su complicidad con el régimen, y no pasaba de cierto nacionalismo de toque romántico – folklórico.
Les recomendamos que lean los dos reportajes que este medio dedicó a la exposición ‘Lluites compartides’ que Òmnium organizó hace un par de años para blanquear su imagen. Aquí tienen la primera parte, y aquí la segunda. Nada de ‘mojarse’ por los más desfavorecidos, o por mejorar las condiciones de los ciudadanos. Estuvieron desaparecidos.
Ahora Òmnium presume de ser el adalid de los defensores de la democracia y de la libertad. Menos mal que aún quedan voces que les ponen en su sitio, como la de popular tuitero ‘Arqueòleg glamurós’ y recuerdan a Jordi Cuixart los orígenes de la entidad que preside.
Ni por sus orígenes, ni por su ejecutoria actual Òmnium es ejemplo para nadie. Su acción política en los últimos años ha consistido en tratar de expulsar del espacio público a los millones de catalanes que no son independentistas. Han confundido “democracia” con “que todos acepten lo que nosotros digamos” y “libertad” con “la voluntad de los partidos secesionistas”.
Comentario editorial de elCatalán.es
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