Cuba es hoy atención preferente entre los que son capaces de poner la cabeza en posición de mirar hacia el horizonte, o sea escapar del cuenteo de pelusilla en el ombligo.
En España estamos acostumbrados a esta visión miope. Tan preocupados por las estupideces que nos brindan nuestros gobernantes. Que están capitaneados por un sociópata que tiene como principal preocupación darnos un titular falso cada día y mentir a todas horas para ocultar las continuas correcciones que le hacen desde el poder judicial, de la oposición, de sus correligionarios (supuestos) y de unos cuantos millones de personas, alternando las risas, el cabreo y la vergüenza ajena. Paseen por las redes y por la prensa off sistema.
Pues sí, Cuba ese país que tan pocos conocen y tantos hablan de él como si allí viviesen, es noticia. Desde hace décadas no se habían producido protestas con la fuerza de las que hoy están ocurriendo. Hoy, como ayer, cubanos llevan a prisión a cubanos, se detienen a periodistas, se controlan las redes, se organizan concentraciones de seguidores acríticos. Todo para contrarrestar lo que, a estas alturas de la Historia, todos sabemos: que Cuba no es una revolución liberadora. Es una dictadura que tiene, como principal objetivo, evitar precisamente lo que dijo querer obtener aquel inolvidable 1 de enero de 1959, la libertad, la Libertad con mayúsculas para todos los cubanos.
Muchos de mi edad, otros más mayores y también más jóvenes, tuvimos a Cuba como uno de los referentes importantes de nuestra educación sentimental política. La Guerra Civil, Cuba y Allende son referencias señeras para todos nosotros, posiblemente las que más influyeron entre los que participamos en las actividades contra la dictadura franquista, los que aspirábamos a vivir en democracia y por tanto nos comprometíamos con el paso previo indispensable: lograr la Libertad (no olvidamos Vietnam o el mayo francés, pero ni comparación los las efemérides señaladas).
Cambio el registro y hablo en singular ya que, a fuer de sincero, es como mejor se puede hablar de cambio de opinión a partir de información y conocimiento y así (¡ay!) aceptar el propio cambio de pensamiento, que en el caso de Cuba no me ahorró pesadumbre.
En los 70, en el trabajo solidario con países en lucha por su libertad, chilenos, uruguayos, argentinos, paraguayos, polisarios o guineanos Cuba seguía siendo un referente. Posiblemente la animadversión por los EEUU de Norteamérica, muy difundida en los países iberoamericanos, lo hacía fácil. A pesar de ir sabiendo, a trozos, lo que ocurría en Cuba, por esta razón se mantenía con ella y su régimen ciertas simpatías.
No mucho después la opinión permisiva con Cuba y su régimen autoritario fue cambiando. Con dificultad al principio, con cierta discreción un tiempo y claramente después, Cuba fue desestimada como modelo y se empezó a apoyar cada vez más a los cubanos, todos ellos en su lucha por hacer posible la ansiada Libertad.
Este cambio fundamental de opinión, que va desde la clara simpatía a la estupefacción, la molestia del desencanto y finalmente la condena de la dictadura, ya es suficientemente dolorosa para además agravarlo con quienes parecen tener todas las razones para señalar tu equivocación y error. O traición.
Quienes vivimos en Cataluña, nacidos aquí o no, ciudadanos al fin de esta región, conocemos muy bien esta vigilancia social sobre cada uno de nosotros, cada vez que manifestamos con mínima claridad lo que pensamos y sobre todo si va en contra de la “verdad suprema” de los nacionalistas. Esta caterva de gañanes de corto entendimiento y enorme complejo de inferioridad, ya histórico, pertenecen a una secta que pretende controlar a todos los catalanes con actitudes autoritarias, insolidarias, y supremacistas y con tintes racistas. Y, además, con actitudes y acciones censoras.
Ahora con el tema cubano, cada día, los gobernantes nacionalistas, los golpistas sentenciados, los injustamente indultados que pretenden amnistía, que nos señalan como culpables de sus desgracias y que solo reaccionan cuando piden dinero para paliar los daños de sus acciones sin que nos devuelvan a los ciudadanos lo expoliado, estos totalitarios siguen defendiendo al régimen comunista caribeño.
Ahora parece que nosotros deberíamos pedir permiso para negar la mayor, aunque hace muchos años que ya confirmamos que no nos gusta el régimen cubano y otros tantos, así como abominamos del nacionalismo catalán protofascista que nos avergüenza tanto como la propia traición a la revolución castrista que juró defender la libertad y lo que hizo fue imponer otra dictadura.
No pido, no pidamos permiso. Podemos cambiar de opinión y ser críticos hasta con vehemencia, de esos “compañeros” que se mantienen inamovibles, inasequibles al desaliento no pidiendo con claridad libertad para Cuba y tampoco democracia de calidad para Cataluña. Muchos considerándose de izquierdas, ¿también se consideran demócratas?
Otros lo hacemos y a veces, incluso amigos o quien consideramos así, nos dicen, como espetan en las redes, “¡quién te ha visto y quién te ve!». Increíble, pero cierto.
Es igual, algunos piensan que las verdades son inamovibles. Olvidan quizás que cuando el tiempo hace que lo dicho, prometido o acordado queda invalidado por su retorcida traición, fundamentada en hechos inapelables, es vano mantener lo de que no debemos cambiar de opinión. Allá ellos; se hacen cómplices de tiranos y miserables, nosotros no. Seguimos siendo consecuentes: ¡Democracia y Libertad! En Cuba, aquí y en todo el mundo.
José Luis Vergara. Julio 2021
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