En los años setenta la enseñanza en Cataluña se impartía mayoritariamente en castellano. Fue entonces cuando se produjeron las primeras manifestaciones a favor de que los niños de las familias catalanohablantes pudieran iniciar su escolarización en catalán. Es tan evidente que como se aprende mejor es utilizando la lengua propia, que la petición no tardó en conseguirse. Luego vinieron los engaños, fue a partir de 1980, cuando Jordi Pujol llegó a la presidencia de la Generalidad de Cataluña. Entonces, su gobierno cambió el discurso y se empezó a decir que como el catalán era una lengua que hablaba muy poca gente en el mundo, era mejor que la enseñanza sólo se impartiera utilizando el catalán y lo mismo se debía hacer en la Administración. Se le dio más importancia a una de las dos lenguas que a las personas y así los maestros, los profesores y los funcionarios de la administración nos quedamos sin el derecho a hablar en nuestra lengua en nuestro trabajo.
Muchos catalanes castellanohablantes se callaron porque o bien se creyeron que se debía sacrificar el derecho a hablar en la lengua propia, para asegurar así el futuro del catalán, o por miedo a ser acusados de franquistas o porque consideraron que así sus hijos en edad escolar tendrían un buen nivel de catalán y así tendrían más posibilidades de encontrar trabajo. Hoy vemos con claridad que nos engañaron, que fue un gran error renunciar a utilizar nuestra lengua materna, mientras que para los catalanohablantes todo eran ventajas y oportunidades de promoción, porque el verdadero objetivo no era proteger una lengua, sino cambiar la forma de hablar i de pensar de las siguientes generaciones, en el sentido de que hablaran en una lengua distinta al resto de los españoles, que consideraran que Cataluña era una nación invadida por España y que ese país solo deseaba atacar la lengua, las costumbres y la economía de los catalanes, por lo que no había otra solución que conseguir la independencia.
Todo esto queda muy bien reflejado en aquel cuento en el que se explica que una vez se enfrentaron militarmente dos reyes, y el rey perdedor, cuando yacía en el campo de batalla, con el rey ganador apuntándole con su espada en su pecho, exclamó: ¿Qué me vas a hacer? Y el rey ganador le contestó: ¿Me quedaré con tu hijo? Y que entonces el rey perdedor le preguntó: ¿Lo vas a matar? Y el rey ganador le contestó: No, lo cuidaré como si fuera mi hijo, estudiará con buenos profesores, aprenderá nuestra lengua, nuestra historia y nuestras costumbres. Entonces el rey vencido, muy sorprendido, le preguntó: ¿Y cuál es pues tu venganza? Y el rey vencedor le contestó: Cuando sea mayor te lo devolveré, para que sea él quien gobierne en tu reino.
Pues esto es justamente lo que se ha hecho en muchas escuelas catalanas desde los años ochenta y ahora se sigue haciendo. Debido a ello, muchos alumnos han asumido todos los planteamientos nacionalistas sin ser conscientes de ello, sino pensando que son sus ideas y que a ellos nadie les ha influido. No se dan cuenta de que si sus padres no son secesionistas, el origen más probable de sus ideas es la enseñanza recibida. Algunos ya tienen 40 o 50 años y transmiten sus ideas a sus hijos y, si son profesores, a sus alumnos, con el entusiasmo de su gobierno. Este modelo de monolingüismo obligatorio en catalán y de adoctrinamiento ideológico escolar en el secesionismo cada vez se hace con mayor intensidad y con más descaro.
Un ejemplo del tipo de nación al que nos lleva el proceso secesionista catalán, es la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) de considerar que el Decreto Ley 6/2022, el que aprobó en el último momento el Gobierno de Cataluña, le impide aplicar su propia sentencia sobre la obligatoriedad de impartir un mínimo de un 25% de las horas de clase en castellano. El motivo al que alude el TSJC para no aplicar su sentencia es el “Artículo 2.d” de dicho Decreto Ley que establece “La inaplicació de paràmetres numèrics, proporcions o percentatges en l’ensenyament i l’ús de les llengües”. Es decir, prohíbe que nadie pueda decir cuántas horas se imparten de cada lengua en la escuela, ni en forma de número, ni de proporción ni de porcentaje. Esto es un ataque a la libertad de las personas, porque prohíbe decir cuántas horas se dan de catalán, de castellano y de inglés en un centro. Y también es un ataque a la inteligencia, porque prohíbe pensar, concretamente prohíbe pensar cuantas veces más se utiliza una lengua que la otra.
Pero el problema es mucho más grave, el problema es que al admitir este absurdo argumento, nuestra sociedad ha dejado de vivir en un Estado de derecho, es decir en un Estado en el que las sentencias judiciales se cumplen, aunque al Gobierno no le gusten. Ahora, en Cataluña, aunque una ley ampare a los ciudadanos y se gane un juicio a la Administración catalana, esto no sirve para nada, ya que ésta cambiará las leyes antes de que se tenga que cumplir la sentencia, para hacer lo que le dé la gana. Se empezó aceptando que se expulsara al español de la enseñanza y ahora ya estamos viviendo en una dictadura pura y dura, aunque esté disfrazada de democracia y de falsa separación de poderes.
El proceso de ingeniería social realizado en Cataluña desde los años ochenta se parece mucho al experimento de la rana cocida. En dicho experimento se observó que si se pone una rana en agua muy caliente, la rana salta inmediatamente, pero si se la pone en un cazo de agua fría, que se calienta muy lentamente, la rana no intenta escapar porque apenas nota el cambio de temperatura y le resulta más cómodo adaptar su organismo a la nueva temperatura y permanecer allí. El problema es que como la rana permanece en el cazo indefinidamente, al final muere cocida. Algunas ranas sí se dan cuenta, saltan y se salvan. Es lo que les ha sucedido a muchas personas que no protestaron ante las presiones laborales y sociales de los catalanes secesionistas y que ahora no les gusta lo que está pasando. Otras personas, que también se han dado cuenta, han dicho basta y están defendiendo sus derechos.
Es el momento de protestar, de salir a la calle, de decir basta, de demostrar que todos aquellos que están de acuerdo con que en las escuelas, en la administración y en los medios de comunicación públicos no se pueda utilizar el español no son nuestros amigos sino nuestros enemigos, y lo seguirán siendo hasta que rectifiquen, y eso aunque sean familiares, “amigos” de toda la vida, vecinos amables, compañeros de trabajo, o lo que sea. Nosotros no lo haríamos nunca con ellos, porque nosotros no queremos prohibir hablar en catalán en las escuelas, ni en los medios de comunicación públicos de Cataluña, ni queremos que se presente a todos los gobernantes catalanes como personas perversas, sino que convivan ambas lenguas y que se valore objetivamente a los gobernantes y a los líderes políticos independientemente del partido al que pertenezcan, es decir queremos que todos seamos considerados ciudadanos de primera clase. Estamos ante una cuestión de dignidad y de libertad, todo lo contrario al país que pretenden imponernos, el de una sola lengua, una sola cultura y una sola posición política correcta que es la hispanofobía, la ideología que caracteriza a nuestros gobiernos desde 1980.
Una muy buena oportunidad para empezar a recuperar nuestros derechos y nuestra dignidad es la manifestación del próximo domingo 18 de septiembre a las 12,30h en el Arco del Triunfo de Barcelona organizada por “Escuela de todos – Escola de tothom”, con el lema “Español, lengua vehicular”. Puede ser una manifestación histórica, un referente en esta lucha que ningún español catalán debería perderse. Algunos asistirán con mascarilla y tal vez con gafas de sol porque todavía hay peligro de contagio y probablemente hará un día soleado. Asistir es lo importante.
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