Sinopsis: Sucesivos gobiernos de corte ultranacionalista y totalitario llevan décadas llevando a cabo un ejercicio de ingeniería social para lograr una sociedad uniforme y adepta a sus postulados. Aquellos que discrepan de sus tesis son estigmatizados y señalados públicamente a través de los medios de comunicación y de las redes sociales para que sean acosados y así dejen de pronunciarse públicamente o se exilien a otras comunidades.
Parece una serie de Netflix, ¿verdad? Pues no lo es. Es la realidad del día a día en Cataluña, dónde los que nos oponemos abiertamente al separatismo somos señalados y posteriormente acosados de forma sistemática y constante.
En mi caso, la escalada de intensidad se fue incrementando a medida que los acuerdos a los que llegaba con el equipo de gobierno del PSC durante el mandato 2015/2019 rompían el relato de la sociedad uniforme, monolingüe e hispanófoba que el separatismo vendía como la única posible en Lérida.
Así, a los habituales insultos y amenazas en redes sociales se empezaron a sumar concentraciones y manifestaciones organizadas por las habituales plataformas al servicio del poder en Cataluña. Sindicatos de estudiantes y profesores, asociaciones pretendidamente culturales, etc. Se crearon campañas perfectamente organizadas con artículos, editoriales y cartas al director en los medios de comunicación locales donde se ponía de manifiesto el peligro que suponía mi presencia en el Ayuntamiento, donde se denunciaba que deseaba aniquilar el catalán y todo lo catalán, y que sólamente deseaba quebrar consensos de décadas acerca del bilingüismo o el uso del espacio público.
Y todo ello sin la más mínima sutileza. Utilizando recursos como las caricaturas o chistes burdos publicados en los diarios o directamente con mociones o pitadas en los plenos del Ayuntamiento, llegando al súmmum con carteles hechos por Arran, las juventudes de la Cup, con fotos de nuestras caras instando a nuestro señalamiento, o con muñecos ahorcados colgando de un puente con los logotipos de nuestros partidos. Eso sin contar los habituales anónimos amenazantes recibidos físicamente. Y todas las amenazas fueron denunciadas y todas fueron archivadas…
¿Se han acabado estos comportamientos? Obviamente no. Son de otra intensidad, pero reiterados en el tiempo. No tienen más que echar un vistazo a mis redes sociales para comprobarlo. No se engañen. El separatismo excluyente e hispanófobo gobierna las instituciones catalanas. Y su fin es la asimilación o la expulsión del disidente. Y en ese empeño, mediante formas más o menos visibles siguen, y por eso sigue habiendo señalamientos, para que aquellos que pudieran tener algún empeño en alzar la voz y decir basta ya, escarmienten en cabeza ajena y se dediquen a otras cosas.
No soy la única en formar parte de Los Señalados. En él estamos personas que militan en diferentes partidos políticos, periodistas, docentes, artistas, historiadores… todos aquellos que no queremos formar parte de una sociedad donde sólo cabe el pensamiento único somos susceptibles de ser señalados y acosados. Mi apoyo a todos ellos, sean quienes sean. Por mi parte, seguiré haciendo lo que considero correcto, aunque el precio a pagar sea tan alto.
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